EL PICO DUARTE, LA MAYOR ALTURA DE LAS ANTILLAS.
El Pico Duarte, es la mayor altura de las islas que están diseminadas
por todo el mar Caribe, ubicado en la isla de Santo Domingo, en las Antillas Mayores tiene una
altura de 3,087 metros
sobre el nivel del mar, ubicado en los parques nacionales, José del Carmen Ramírez y Armando Bermúdez, es una atracción
turística por la diversidad de su flora y su fauna y por los espectaculares
paisajes que pueden observar los
caminantes mientras se van adentrando en el corazón de la cordillera Central además del
reto que conlleva hacer cualquiera de las cinco rutas que suben hasta el techo
del Caribe.
Todos los años entre finales de diciembre y por todo el mes de enero y
febrero cientos de caminantes nativos y extranjeros hacen las agotadoras
travesías que los llevarán por mágicos senderos hasta coronar la cima del Pico Duarte.
Hay cinco rutas distintas que llevan a los caminantes hasta la cima más
alta de las Antillas, estas son: la
Cienaga en Jarabacoa, Mata Grande en Santiago, Azua partiendo
de la Laguna o
del pueblo del Tetero, la de Constanza que se puede comenzar en el mismo pueblo
de Constanza o en Los Cayetanos, y la de San Juan partiendo de Sabaneta, las
dos más populares son la de la
Cienaga en Jarabacoa y la de Mata Grande, en Santiago.
Todas las rutas son agotadoras por lo que hay que estar preparado
física y mentalmente para emprender cualquiera de las cinco rutas, es necesario
especificar que en cada punto de partida hay guías experimentados que por un
módico precio llevan a los caminantes a través de esas hermosas montañas cuyos paisajes
espectaculares cautivan a los caminantes
haciéndolos olvidar por momentos el cansancio, el hambre y la sed.
Recorrer esos caminos, ponernos en contacto con la naturaleza casi
virgen, dejar atrás todo lo que tiene que ver con la ciudad, caminar hasta el
agotamiento y después en la noche, bajo un cielo saturado de estrellas,
sentarnos junto a la fogata para ahuyentar el frío que nos cala los huesos, es
una experiencia inolvidable, que aunque a veces cuando las caminatas se hacen
interminables y el agotamiento nos vence, decimos que jamás volveremos por esos
lugares de Dios. Nada es más falso
porque desde que nos montamos en el autobús
de regreso a nuestro destino de origen, la nostalgia nos sobrecoge el alma y va
alimentando en nosotros el deseo del año que viene, volver.
Domingo Acevedo.
2008
He subido muchas veces al Pico Duarte. La primera vez que subí, lo hice
por San Juan, eso fue en enero del 1990 y desde entonces quedé enamorado de
esos lugares de fantasía.
He hecho todas las rutas
conocidas y otras las hemos unidos como fue irnos desde Constanza hasta
San Juan, y de Azua hasta Mata Grande y
sí me preguntan cual es la ruta que más me gusta, diré sin titubear, la de San
Juan a La Ciénaga.
En esta ruta, el primer trayecto va de Sabaneta al Alto de la Rosa , es una sola subida hasta el refugio del Alto de la Rosa , en donde hay una torre
de vigilancia y una terraza que sirve como mirador, desde donde se puede
observar un paisaje espectacular, y desde la torre de vigilancia se domina una
gran parte del parque, me atreví con otros compañeros a dormir una noche en esa
torre del Alto de la Rosa
y el frío casi nos congelo.
Lo más impresionante de este trayecto es la presa de Sabaneta que en la
medida que vamos subiendo, su vista se va haciendo más y más impresionante, hasta
quedarse por siempre en el recuerdo de cada uno de nosotros.
El segundo trayecto va desde el Alto de la Rosa hasta el Macutico, es un
trayecto interminable con una parada obligada en la piedra del Aguacate, en
donde hay un arroyo de agua casi helada y donde necesariamente hay que darse un
baño,
Después de la piedra del Aguacate se empieza a subir hasta una altura
máxina de 2440 metros
sobre el nivel del mar, cuando se empieza a descender en algún momento se
divisa la caseta del Macutico como sí fuera un espejismo, una meta que en la
distancia parece inalcanzable, pero a la que hay que llegar cueste lo que
cueste, después de horas de subir y bajar, se llega a un valle interminable,
que nosotros bautizamos, el Valle de Nunca Jamás, este es un valle de una
belleza desoladora, en el cual nos ha tocado vivir experiencias inolvidables,
después del valle, cruzamos un bosque de tupidos árboles, un puente hecho de
troncos de árboles caídos, subimos una pequeña elevación de tierra y a pocos metros
está la cabaña del Macutico.
Este es un lugar mágico, un valle de pajones y flores silvestres, donde
se dan muy bajas temperaturas y donde uno se siente como perdido en medio de la
nada, lejos de todo. Una noche mientras dormía sentí que alguien se acurrucaba
a mi lado, era Loretta que se sintió tan
sola, que sintió la necesidad de estar
al lado de alguien, esa sensación de soledad la hemos sentido todos los que hemos
dormido allí, en el Macutico y es indefinible, es como sentir el peso del
silencio en el alma, es mirar alrededor y sentirnos desamparados, es sentir que
el día se hace interminable, que la tarde te aplasta contra el horizonte, que
la noche te absorbe en sus misterios y
al otro día te vomita intacto.
Del Macutico, el trayecto es hasta la Compartición pasando
por el valle de Lilís y el Pico Duarte. Este trayecto es de una belleza
extraordinaria, lo más espectacular es cuando uno baja la loma del Barraco y aparece la Pelona inmensa, semejante a
un cono, desafiante a la vista del caminante, subirla es agotador y coronar su
cima es haber triunfado sobre el
cansancio.
De la cima de la Pelona se baja al vallecito
de Lilís, un descanso obligado antes de subir al Pico Duarte, de ahí a la cima
más alta de las Antillas queda poco más de un kilómetro, que se hace con entusiasmo,
ya en el Pico Duarte, las fotos necesarias y la satisfacción de haber cumplido
con la meta que nos dimos, ahora el regreso, amanecer en compartición y al otro
día temprano, hacia la Ciénaga ,
en Manabao.
De la Compartición
a la Ciénaga es un largo
trayecto casi siempre bajando. Se llega a Agüita, donde está el nacimiento del río Yaque del sur y el Yaque del Norte,
es un lugar sumamente frío, en donde uno se abastece de agua, para seguir hasta
el cruce, ahí está el camino que lleva hasta el Valle del Tetero, del cruce hasta
los Tablones, últimamente en este trayecto el lodo dificulta la caminata, uno
llega a los tablones con lodo hasta en las cejas, generalmente uno se detiene
en los Tablones se quita un poco de lodo en el río y continua hasta la Ciénaga que es el destino
final, en donde nos espera la guagua que nos llevará de regreso a la
ciudad.
DOMINGO
ACEVEDO
2009
Mata Grande la
ruta más hermosa de las que van al Pico Duarte.
Una de las rutas más hermosa es la que va de Mata Grande, Pico Duarte, Compartición, la Cienaga , ubicada en el
parque nacional Armando Bermúdez, es sin temor a equivocarme el que tiene la vegetación
más exuberante y los paisajes más espectaculares y en donde usted puede
encontrar naranjas y limones dulces entre otras frutas, para entretener el
hambre y la sed.
Se sale de Mata Grande, en donde se puede amanecer el primer día o seguir hasta
Loma de Oro que son aproximadamente seis kilómetros, en donde se puede pasar la
noche para reducir distancia hasta la Guacara. Antes de llegar a Loma de Oro se pasa
por la caseta de Medio Ambiente en donde se hace una parada obligatoria, allí
los guardias forestales revisan que el permiso de entrada al parque este en
orden. De Loma de Oro hasta la
Guacara hay alrededor de catorce kilómetros de hermosos
paisajes, que por momentos hacen que uno olvide el cansancio y dejan en el
caminante la sensación de que están en el paraíso, esta ruta y la de la Ciénaga son las más
frecuentadas.
De la Guacara
al Valle del Bao hay doce kilómetros hasta llegar a los 1800 metros sobre el
nivel del mar. En la medida que te adentra entre las montañas el paisaje te va
absorbiendo hasta hacerte olvidar lo largo y agotador del camino, de repente
ante ti se descorre la cortina vegetal de árboles, cortezas y hojas para dar
paso a un deslumbrante valle de pajones, es el Valle del Bao, bordeado en uno
de sus extremos por un río del mismo nombre, en este refugio algunos
excursionistas se quedan más de un día para disfrutar de las aguas refrescantes
del río, y de lo espectaculares amaneceres en el valle del Bao.
Del Bao hay diez agotadores kilómetros de una subida interminable hasta la cima
de la pelona, desde donde, sólo quedan tres kilómetros hasta la cúspide del
Pico Duarte, en los últimos años los incendios han mermado un poco la belleza
de esta última etapa del trayecto, subir la loma del coñaso, pasar por el
conuco del diablo, que es una parte de la pelona poblada de piedras calcinadas
y árboles retorcidos que dan al lugar un aire misterioso, tomar un poco de
aliento en la caseta del Valle De Lilís, para entonces avanzar entre la neblina
de la tarde hasta coronar el sueño de llegar a la meta, alcanzar la cima que a
muchos a costado sudor, cansancio, dolor, sacrificios y porque no, algunas
lágrimas secretas, se que es así, porque en más de una ocasión en las noche he
escuchado a alguien sollozar en secreto.
Ya en la cima, tocar las nubes con nuestros sueños, sentirnos más cerca de
Dios, mirar la pelona imponente, los abrazos, el jubilo la emoción de los que
por primera vez conquistan la cima del pico Duarte y sobre todo las
acostumbradas fotos y después el regreso, algunos se devuelven hacia Mata
Grande pero yo prefiero continuar y dormir en Comparición y al otro día
continuar hasta la Ciénaga.
En la Compartición confluyen muchos excursionistas que vienen
desde diferentes puntos, unos que van y otros que ya vienen de regreso, en el
lugar de la fogata, en las noches, se comparte con muchas personas a las cuales
posiblemente no volveremos a ver nunca más, ya al otro día después de una fría
noche, hay que levantarse bien temprano para emprender el regreso, hacer el
desayuno, levantar el campamento y ya a las seis empezar a subir la Vela , que es todo un
espectáculo: contra la penumbra del amanecer los caminantes con sus focos en
sus manos se alargan en una larga procesión de luz hasta la salida del sol.
La Vela es el último gran esfuerzo, luego el camino se alarga en una sola
bajada hasta la Ciénaga.
De camino, en Agüita Fría se hace una parada para llenar los
envases con agua fresca, es en este lugar en donde nace el río Yaque del Sur y
donde se registran muy bajas temperaturas, después de tomar agua y comer algo,
se continua bajando hasta el cruce, es aquí en donde el camino tuerce hacia le
Valle del Tetero.
Del cruce uno se programa para llegar hasta los Tablones de un sólo jalón,
realmente no es así porque el cansancio de la larga jornada nos impone más de
un descanso, aunque algunos caminantes, lo más fuertes, llegan de la Compartición trotando
hasta la Ciénaga.
Últimamente el camino del cruce hasta más allá de los Tablones está
intransitable por el lodo, producto de las lluvias, el paso de las personas y
los animales, es por eso que al llegar a los Tablones se hace necesario un buen
baño para quitarse el lodo acumulado durante el trayecto.
Ya en los tablones, algunos se dan un merecido baño, un descanso sí es necesario
para todos, para después comenzar a descender con más calma y empezar a mirar
hacia atrás con cierta nostalgia, ya este es el último trayecto: de una tupida
vegetación y árboles frondosos que se entrecruzan, formando sobre nuestras
cabezas un arco vegetal, en este ultimo tramo del camino siempre encontramos
niños de harapos vendiendo frutas de lástima con la esperanza de conseguir
algunas monedas para engañar el hambre de toda la vida, algunos no venden nada,
arrinconados junto al camino, extienden sus manitas tiernas, y dicen a los
caminantes, “denme algo” sus miradas tristes, sus cuerpecitos endebles y
desnutridos, desde la primera vez que los vi los llevo clavados en mis
recuerdos.
Ya en la Ciénaga ,
cruzamos el puente de árboles caídos, pasamos frente a la caseta de medio
ambiente y continuamos hasta el centro del pueblo en donde acomodamos el
equipaje mientras llega el transporte que nos llevará de regreso a la capital.
Algunos mientras llega la guagua, se toman una cerveza, algún refresco, comen
algo o van al río disfrutar de un buen baño, sólo es cuestión de tiempo para
volver a la prisa y la locura de la ciudad, pasarán algunas noches después del
viaje en que la mente mientras dormimos irá recreando en el inconciente todas
las vicisitudes del viaje.
Este relato, lo dedico a Vitico y a Ramón guías de Mata Grande y Pedrito de la
Ciénaga.
DE AZUA AL PICO DUARTE, NUESTRA VOZ SE LEVANTA PARA ALERTAR SOBRE EL
CALENTAMIENTO GLOBAL.
Salimos
a las seis de la mañana del partido Nueva Alternativa con rumbo a Padre las
Casas a donde llegamos como a las diez y
media de la mañana, tomamos el camión que nos llevaría al pueblo del Tetero. El chofer nos llevó a
su casa en donde nos ofreció desayuno el cual no aceptamos porque ya habíamos
comido algo.
Desayunó,
partimos, y después de dar algunas
vueltas por el pueblo de Padre las Casas
lo que aprovechamos para comprar algunas
cosas, pusimos proa hacia el pueblo del Tetero, por una carretera polvorienta, llena
de precipicios y curvas, con un paisaje abrupto y desolador en algunas partes,
con pueblecitos miserables perdidos en un paisaje sobrecogedor y triste, en
donde las personas empobrecidas parecían vegetal en un presente abrumador, del Tetero partiríamos al otro día hacia el
Pico Duarte.
Llegamos
alrededor de las dos y media al Tetero y nos acomodamos en la casa de Nardo,
nuestro guía y amigo organizamos los bultos mientras Mártires y Sandy por un
lado preparaban la casa de campaña en la que dormirían, Engel y Luis lo mismo con la de ellos y
Canela la de él, mientras Marisol hacía
los preparativos para la comida. Después
de comer paseamos por el pueblo y pudimos palpar la pobreza, nos dolió
especialmente la situación de miseria de los niños de aquel pueblo perdido en
el olvido.
Compartimos
con la familia de Nardo y en la noche hicimos cuentos alrededor de la fogata
acompañados por algunos habitantes del pueblo. A la hora de dormir cada uno se
fue al lugar que le correspondía, Sandy y Mártires en su casa de campaña, Engel
y Luis en la de ellos y Canela por igual se fue a la de él, Ruddy y Rosa, en la casa de Nardo y Marisol,
Félix y Yo en la casa de un familiar de Nardo.
Muy
tempranito nos levantamos, nos preparamos, desayunamos y partimos antes del
amanecer hacia el valle del Tetero, bajo una leve llovizna que nos acompañó por
casi todo el camino, Nardo no fue con nosotros tenía otros asuntos y mando a
July, Francisco y Jaime con nosotros, pero nos acompañó un buen trecho y nos
enseñó el lugar donde se produce la electricidad que consume el pueblo.
El
paisaje no podía ser más hermoso, el aire fresco de a montaña, los altos y
frondosos pinos, el colorido de las flores silvestres, el canto de los pájaros
nos guiaba sin ninguna prisa por los caminos mojados hacia el placer de
compartir esta inolvidable experiencia, la de conquistar la cima más alta de
las Antillas, el Pico Duarte y un alertaaaa, que de vez en cuando retumbaba en la
distancia anunciando que La Brigada Cimarrona Sebastián Lemba desbrozaba esos
caminos rumbo a la cima más alta de las Antillas.
Atravesamos
Sabana Andrés, subimos el pico Loma Vieja, atravesamos Lo Fríos, subimos con
mucho esfuerzo el Pico Alto del Valle, nos deteníamos brevemente a tomar aire, tocamos
las nubes y comenzamos a descender hacia el valle del Tetero, por un camino
mojado por una llovizna eterna, que nos acompañaba en nuestro descenso, el lodo y las caídas permanentes retrasaron
nuestra llegada al valle, a donde llegamos pasada las tres de la tarde.
En
el valle del Tetero, perdimos un día por la lluvia, allí discutimos la
posibilidad de quedarnos y eso generó una gran discusión ya que los nuevos
querían salir a pesar de el lodo y la
lluvia y el alerta de los que llegaban de Compartición que nos decían que no se
podía seguir, que nos recomendaban quedarnos y partir al otro día. Así lo
hicimos, nos quedamos y los nuevos
disfrutaron de la belleza del valle del Tetero, se bañaron en la ballena
visitaron la piedra indígena y disfrutaron de un juego de pelota entre los
guías y los excursionistas, jugamos dominó, hicimos contactos con otros grupos
a los cuales explicamos los motivos de nuestras excursión, la que se encontraron interesante.
En
la noche hizo un frío terrible, algunos durmieron en sus casas de campaña y
otros nos acomodamos en la caseta, a las cuatro de la mañana me levanté y
desperté a todos, Marisol y Félix, prepararon el desayuno mientas los guías
iban al monte a buscar a las bestias y los otros desmontaban sus casas de
campañas, salimos con las linternas encendidas intentábamos ganar tiempo al
tiempo, no nos fuimos por el atajo, nos dijeron que estaba intransitable y dirigimos
nuestros pasos al cruce, al que llegamos agotados y enlodados, descansamos y emprendimos la subida hacia
agüita fría nuestra meta más cercana.
Fue
lenta y agotadora la subida, no obstante todos íbamos disfrutando del paisaje y
dejándolo plasmado en nuestras cámaras fotográficas, llegamos como a las dos de
la tarde a agüita fría, en donde merendamos y tomamos fotos del lugar en donde
nacen los ríos Yaque del Sur y Yaque del
Norte y luego emprendimos el descenso hacia la Comparticion , a la
que llegamos alrededor de la tres y cuarenta y cinco, decidimos por la hora que
sólo subirían al Pico Duarte los que no habían subido nunca y que se irían en los mulos, los demás nos quedaríamos
preparando la comida.
En
Comparticion haríamos la ceremonia del manifiesto en la noche, esperaríamos, al
grupo Eugenio Marcano que venía de Mata Grande, ya que con el grupo del colegio
de la Salle no
nos encontraríamos. Ya al caer la noche vi con alegría a Manuel Cuevas que llegaba sobre un mulo y
corrí a alcanzarlo y cuando se desmontó me dijo Domingo estoy mal, se apoyo en
mí y llamé a Marisol y a Félix lo dos médicos que nos acompañaban, con mucho
esfuerzo lo llevamos al interior del refugio y junto a otra doctora que se
encontraba allí, procedieron a darles los primeros auxilios, tenía el azúcar
baja, la presión alta y estaba deshidratado, ellos lograron estabilizarlo, los
doctores hicieron un buen trabajo, puedo decir sin temor a equivocarme que
Manuel Cuevas debe la vida a esos tres doctores que se encontraba en esos
momentos en la Copartición.
Después
fueron llegando poco a poco los del grupo del Eugenio de Jesús marcano, Marisol
le hizo una sopa a Manuel y continuo con los preparativos de la comida, se hacía
tarde y los que llegaron del grupo de Manuel estaban preocupados por una parte
de ellos que se habían quedado rezagados, yo le decía que no se preocuparan que
el grupo nuestro que había ido al Pico Duarte, le darían una mano, que no lo
abandonarían y así fue, lo socorrieron y
les prestaron algunos focos para que se iluminaran por esos caminos sinuosos y
oscuros, los nuestros llegaron primero y dieron a noticia de que estaban bien y
que venían más atrás.
Llegaron
agotados, comieron y se acostaron de una vez, mientras seguían la atenciones a
Manuel Cuevas, que se recuperaba lentamente, la noche fue clara ya lejos de la
lluvia, el cielo esplendoroso de estrellas nos invitaba a compartir en la
fogata, pero había sido un día muy agitado, lleno de muchas emociones fuertes y
mañana debíamos prepararnos para partir y ver como bajaríamos a Manuel,
quedamos que la mula de monta nuestra lo llevaría hasta agüita fría y que de
ahí en adelante, se iría en la de ellos, hizo un frío infernal como siempre en
Compartición.
Nos
levantamos a las seis de la mañana, fue un amanecer esplendoroso y victorioso,
Manuel amaneció mucho mejor, desayunamos,
levantamos el campamento y
partimos a las ocho y algo de la mañana, subimos la
Vela en un ritual lento, pausado pero sostenido, nos trazamos
metas, la primera fue agüita fría, íbamos alegres y felices, habíamos alcanzado
la meta, ahora regresábamos a la
Ciénaga y de ahí al hogar dulce hogar, llegamos agotados a
agüita fría, merendamos y continuamos hacia el cruce nuestra segunda meta,
íbamos raudos, ahora sólo bajábamos, el camino no tenia tanto lodo como pensábamos y el regreso renovaba nuestras fuerzas, nos
daba nuevos bríos, la alegría no nos cabía en el corazón, llegamos al cruce sin
darnos cuenta ahí nos encontramos con otros grupos, tomamos aire, esperamos a los que
venían rezagados y de ahí partimos hacia
los Tablones, de vez en cuando en la distancia retumbaba algún alertaaaa de nostalgia.
El
camino hacia los tablones estaba lleno de lodo,
no como en otra época, pero tenía y hacíamos apuestas de
quien se caería primero, avanzamos rápido por un bosque tupido y húmedo,
acariciados por una brisa agradable que mitigaba un poco el cansancio. De tanto
bajar uno se hastía y las rodillas se
aflojan y uno pide a gritos, una subida por favor, una subida, aunque
sea pequeña, de las lagunas a los tablones lo hicimos en un tiempo record y
llegamos a la caseta nueva de los
tablones a las dos de la tarde, de los tablones a la Ciénaga apuramos el paso y
llegamos antes de las cuatro de la tarde, al llegar a la Ciénaga miramos con
nostalgia el lugar en donde vivía Pedrito, el guía que nos acogía en su casa
cuando regresábamos por esa ruta y que tuvo que vender sus tierras a precio de
vaca muerta a un hijo de Gómez Díaz, Pedrito no sabe leer y le hicieron firmar
un documento que era una orden de desalojo y le dieron por sus tierras lo que a
ellos les dio las ganas, con Pedrito se impuso el poder de los Gómez Díaz. Cuando
el grupo zeta llegó ya los muchachos
estaban ubicados y Jaime nuestro atento guía nos llevó a donde su hija a
bañarnos, mientras algunos comían algo y Marisol y July bailaban acompasados
una bachata.
Coordinamos
con Manuel el regreso y nos sentamos a esperar la llegada de la guagua. Debemos
rendir un merecido tributo al trabajo de Jaime, July y Francisco, que más que
guías fueron y son nuestros compañeros y amigos, a ellos va nuestra gratitud
eterna, también debemos reconocer la amabilidad para con nosotros de los demás
guías, que a donde llegábamos nos miran con respeto y admiración y reconociendo
en nosotros el respeto y la disciplina que sentimos por ellos, por los demás
caminantes y por esos bosques, que han pasado a ser partes de nuestras vidas.
La
guagua llegó pasada las cinco de la tarde, nos montamos y emprendimos el
regreso, con la promesa del año que viene volver. Ahora tenemos algunas tareas
por delante, 1-Difundir el manifiesto.
2-Hacer una caminata, de Sabaneta, de Santiago Rodríguez, hasta Sabaneta, de San Juan, 3-La vigilia
mundial por el día de la Madre Tierra.
y 4-El operativo medico en el Tetero,
a todo esto les pondremos fecha en la reunión del treinta de enero próximo, en
la que discutiremos la próxima ruta, ya que tenemos tres propuestas, 1- hacer la ruta San Juan, Mata Grande.
2-Mata Grande, la Ciénaga.
3-Azua, el Valle del Tetero, la Ciénaga. En la reunión del treinta de enero nos pondremos de
acuerdo en la ruta que haremos, así compañeros de ruta, que hasta el treinta de
enero en donde compartiremos las fotos, las anécdotas y las experiencias del
viaje.
DOMINGO ACEVEDO
ENERO 2010
DE SABANETA AL PICO
DUARTE.
La ruta que va de
Sabaneta al Pico Duarte, siento yo, que es la más dura, la más difícil. Se sale
del pueblo de Sabaneta, hasta llegar al primer refugio que es el Alto de la Rosa , por un camino lleno de dificultades y precipicios
peligrosos, en donde la presa de Sabaneta ocupa casi todo el paisaje.
Mientras nos alejamos
del pueblo vamos dejando atrás, casas diseminadas a lo largo de un buen trecho
del camino, desde las empalizadas, niños con el hambre dibujada en el cuerpo nos
dicen adiós con sus manos escuálidas, sus miradas enfermas por la pobreza nos
persiguen más allá del olvido, dejando en nuestras conciencias el amargo sabor
de la impotencia.
Se asciende por un
sendero de bosques y precipicios, quedando hechizadas nuestras miradas por lo
espectacular de un paisaje que permanecerá durante todo el viaje y donde la
presa de Sabaneta, pintada en el lienzo vegetal del paisaje, nos acompañará más allá del Alto de la rosa.
Sí se sale a las seis
de mañana del pueblo de Sabaneta, ya a las dos de la tarde el primer grupo habrá
llegado al refugio, donde uno se encuentra con la dificultad de que no hay agua,
hay que ir a buscarla a un arroyo un poco distante. Aunque existe un tanque
donde a veces podemos encontrar el preciado líquido que utilizan los guardias
de foresta que protegen este parque nacional para sus actividades cotidianas.
Recuerdo que cuando hicimos el trayecto de Constanza a Sabaneta. De Macutico al Alto de la Rosa nos extraviamos y
llegamos como a las once de la noche al refugio, cansados y con hambre y por un
descuido de los guías, que no se llevaron de mí consejo de coger agua en uno de
los arroyos, llegamos sin ese líquido al refugio y tuvieron que volver atrás a
buscar agua para cocinar y para el trayecto que va del Alto de la Rosa a Sabaneta, ya que hay un buen trecho sin
agua.
El Alto de la Rosa es una caseta con dos
habitaciones, varias camas y una cocina, también existe en el lugar una torre
de vigilancia y un mirador desde donde se puede observar el hermoso paisaje,
que rodea el lugar.
De este refugio por lo
duro del trayecto, hay que salir bien temprano para llegar con las luces del
día, al segundo refugio que es Macutico. El camino es interminable y hermoso, con
lugares espectaculares como es la piedra del aguacate, en donde hay que hacer
una parada necesaria y darse un baño en el arroyo del mismo nombre, para luego
emprender el camino hacia el valle de Nunca Jamás, como lo hemos bautizado
nosotros, por lo sobrecogedor que resulta ese trayecto desolado e inmenso en donde uno
siente como la inmensidad del paisaje aletea sobre nuestras cabezas como un ave
de mal agüero, esa vez encontramos a Cristián llorando, perdido en su propia
soledad y dos horas más tarde, Brito, se sentó en una piedra a orilla del
camino y dijo en voz alta, he caminado tanto que ya no se para donde voy.
Cruzar ese valle es
una experiencia indescriptible, sobrecogedora, a mí me ha tocado pasarlo en la
noche, sin guía y con un grupo de caminantes agotados, esa vez por un momento perdimos el camino y
nos sentimos perdidos, pero gracias a Dios pudimos encontrar nuevamente el
sendero y emprender nuevamente el rumbo hacia Macutico, esa experiencia fue
para mí inolvidable.
Esa vez arribamos como
a las diez de la noche al refugio, recuerdo que cuando llegamos a Lilí, la esposa de Delfín de la alegría le dio un
ataque de nervios. Este refugio, esta
ubicado en una llanura desolada, últimamente afectada por los incendios, lo que
le da un aspecto fantástico. En ese lugar en las noches se puede sentir el peso
de la soledad en la piel, el frío cala los huesos y el halo de misterio que
ronda en el ambiente nos acerca más a los compañeros de viaje y nos deja en el
alma la infinita sensación de la ausencia.
De Macutico, se llega
al Pico Duarte y luego se baja a la Compartición , es un
trayecto agotador, pero más corto, se avanza por un camino que el tiempo y los
incendios casi han borrado, donde aun quedan arboles gigantescos, animales
misteriosos que nos miran desde la espesura del bosque y pájaros invisibles,
hay que caminar con mucho cuidado para no perderse y sí es hombre se corre el
riesgo de ser secuestrado por una ciguapa, que lo llevará a su cueva y lo
esclavizará por siempre.
Lo más impresionante
del viaje es cuando uno baja agotado la loma del Barraco y se encuentra de
frente con la pelona, inmensa, inalcanzable, agotadora, y uno en su interior se
interroga, sí tendrá las fuerzas suficiente para alcanzar la cima. Llegar hasta
la cúspide de la Pelona
para muchos es un calvario interminable,
pero ya en ella se desciende un poco hasta la caseta del Vallecito de
Lilís, donde es necesario un breve descanso, para seguir hasta coronar la cima
del Pico Duarte.
Del Pico Duarte se
desciende hasta la caseta de la
Comparición , en donde se amanece y al otro día tempranito,
por un camino repetido y hermoso se baja hasta la Ciénaga de Manabao, en
donde nos espera el autobús que nos llevará de regreso a la ciudad.
Domingo Acevedo.
2011.
UNA
NOCHE EN EL MACUTICO
Anochece, un viento con alas tristes revolotea sobre la cabaña perdida
en la soledad distante de la cordillera central. Nosotros cansados de la larga
caminata que del Alto de la Rosa
hasta el Macutico hemos realizado, organizamos los equipajes, dentro del
refugio, mientras miramos de vez en cuando hacia el camino esperando ver llegar
a los compañeros que se quedaron rezagados en el valle infinito de nunca jamás,
alguien del grupo grita bien alto aleeertaaaaa, aleeertaaaaa, es el modo de
comunicarnos con los que vienen rezagados; ya que en estos parajes desolados el
viento multiplica la voz y retumba en la lejanía, sí el otro grupo nos escucha
responde de la misma manera, ahora sólo el silencio nos responde.
Este trayecto lo he hecho varias veces y sé que es difícil y agotador pero
hermoso y mágico, lo disfruto al máximo. Ya son las siete de la noche, hace
frío y empieza a oscurecer, nos sentimos preocupados por los compañeros que se
quedaron atrás, ya en la cocina un grupo prepara la comida, tenemos hambre no
hemos comido nada desde la mañana, sólo una merienda a las dos de la tarde, el
grupo ha sido fuerte, los muchachos no se han quejado, unos van rumbo al río a
buscar agua y los demás buscan leña para la fogata con uno de los guías.
Desde la ventana del refugio veo como los demás guías se alejan en la
oscuridad, llevan los animales a comer algo, no muy lejos de donde nos
encontramos hospedados.
Ya las primeras estrellas empiezan a coquetear en el cielo con la luna y
a lo lejos se oyen voces de alegría, y un aleeeertaaaaa esperanzador, es el
grupo que quedó rezagado que ha llegado al río, donde el equipo de agua llena
los galones para el uso de mañana, eso nos da más tranquilidad, ya estamos todos
juntos, ahora un baño cae bien y después a comer, más tarde la evaluación del
trayecto, el acostumbrado conversatorio, el chiste necesario y a dormir, la
caminata de mañana también es fuerte,
del Macutico, al Pico Duarte, a la Compartición
cualquiera deja el forro, ya que después de una larga caminata y bajar la loma
del Barraco, uno se encuentra con la pelona, que se muestra desafiante e
imponente ante la mirada incrédula del cansado caminante que hace esta travesía
por primera vez.
Son las ocho de la noche ya la fogata arde en una esquina del
campamento y la comida casi está. La neblina empieza a vestir de blanco el
valle, trae con ella el misterio ancestral de lo desconocido, nos acurrucamos
unos a otros junto a la fogata, el frío
es terrible, la noche parece absorbernos en sus misterios, en esta soledad nos sentimos tan
pequeños y desvalidos, tan poca cosa, que nos damos cuenta que en la infinita
vastedad del universo no somos nada y empezamos a buscar la compañía de algún
compañero (a) para sentirnos protegidos, alguien se atreve y hace algún cuento de
fantasmas o muertos y Cristian protesta y se escurre en la cocina.
La caseta del Macutico tiene tres habitaciones dos dormitorios y la
sala, en las cuales preparamos las frazadas y las bolsas de dormir, ya cada uno
tiene su espacio en donde pasará la noche que se perfila muy fría, en la cocina separada a unos cuantos metros del
refugio, los guías preparan un té de jengibre para el frío, la fogata arde
alegremente, ya se hizo la evaluación, del trayecto, y tratamos como siempre el
tema central de la actividad, junto a la fogata nos queremos más, nos sentimos hermanados,
nos acercamos tanto que sentimos el calor de la piel del compañero (a) que
tenemos al lado, sentimos la necesidad de protegernos unos a otros, en estas
caminatas crece el sentimiento de la solidaridad y se hacen relaciones que
perduran en el tiempo.
Los guías nos llaman para tomar el té de jengibre que es bueno para
ahuyentar a los duendes del frío, volvemos con ellos a la fogata y los
escuchamos contarnos mil historias de fantasía, sobre fantasmas, difuntos y
Ciguapas que a ellos les ha tocado vivir, en su largo trajinar por esas vastas
soledades de la cordillera central, ya es hora de dormir nos despedirnos, cada
uno se dirige al lugar donde pasará la noche, a veces sentimos temor es por eso
que buscamos la compañía secreta del que duerme a nuestro lado, yo me detengo
un rato entre la cocina y el refugio y miro al cielo al cual no le cabe una
estrellas más, tanta belleza es indescriptible, aquí se siente, se parpa la
presencia de Dios, es indescriptible la
sensación que siento en el Macutico, en donde el silencio aletea entre la
sombras y la neblina y espanta el canto
de las insectos nocturno y se queda entre nosotros hasta el amanecer y se hace
cómplice del frío que nos muerde la piel.
Yo siempre guardo la esperanza de volver a recorrer esos caminos
perdidos en la distante soledad del parque nacional José del Carmen Ramírez.
Nos acomodamos, me percato de que todos estén en el lugar que le
corresponde a cada uno y les recuerdo que mañana a las cinco de la mañana debemos
levantarnos para prepararnos para la jornada del día siguiente.
Esta narración es un homenaje a todos los que me han acompañados en
esta ruta, Sabaneta, (San Juan) la Ciénaga , (Jarabacoa)
DOMINGO ACEVEDO.
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