Por encontrarse tierra adentro, alejada de las costas, el territorio de San Juan no fue lugar de habitación de las primeras culturas indígenas, que comenzaron a poblar nuestra isla unos tres mil años A. C. Probablemente, los primeros asentamientos indígenas en la zona se establecieron a partir de la hibridación de las culturas conocidas por los nombres de barreroides y los banwaroides, que poblaron originalmente la isla, proceso que se inició unos 1500 años A. C.
En la provincia se han encontrado yacimientos arqueológicos como el de Cañada de Palma, situado a unos 18 kilómetros de San Juan, que de acuerdo con los investigadores Elpidio Ortega y José Guerrero se puede clasificar como yacimiento paleo arcaico, que fue habitado por culturas que practicaban la agricultura y elaboraban cerámica.
En la provincia también se encuentran otros yacimientos arqueológicos, como la plaza ceremonial de Sonador y la plaza ceremonial conocida con el nombre de El Corral de los Indios, que es una extensa plaza situada a poca distancia de la ciudad de San Juan de la Maguana y donde se practicaban ritos de la cultura taína a la llegada de los españoles en 1492.
En 1492 el actual territorio de la provincia San Juan formaba parte del cacicazgo de Maguana, que entonces estaba dirigido por el cacique Canoabo. Este valiente jefe indio fue el primero que opuso resistencia a la ocupación española de la isla de Santo Domingo. Se le acusó de ser el responsable del ataque a un fuerte llamado de la Navidad, que Cristóbal Colón dejó instalado en la isla ante la imposibilidad de llevar a toda su tripulación de regreso de España, en su primer viaje a América. A causa de esta acusación, Canoabo fue hecho prisionero. El apresamiento fue dirigido por Alonso de Ojeda, quien se valió de un ardid para consumarlo. El capitán, enviado por el Almirante Cristóbal Colón, le hizo creer al cacique que unas esposas eran piezas divinas y lo convenció de que se las probara. Aceptada la insinuación, y ya prendido, Canoabo fue llevado a la ciudad de la Isabela. En el mes de febrero de 1495 fue enviado a España, en calidad de prisionero. El cacique engañado nunca llegó a la cárcel, porque la nave en la que fue enviado naufragó muriendo todos sus ocupantes.
Los indios del cacicazgo dirigido por Canoabo se rebelaron en contra de su prisión y las tropas españolas llevaron a cabo una matanza, que según cuenta el padre Bartolomé de las Casas, le costó la vida a más de la mitad de la población de la zona, quedando ese territorio bajo el control español desde entonces.
LOS INDÍGENAS DE LA ESPAÑOLA
De los aproximadamente 350,000 aborígenes que habitaban la isla al momento de la llegada de Cristóbal Colón, la mayoría era de origen arauaco. Sus antepasados procedían de la zona costera comprendida entre la desembocadura del Orinoco, en Venezuela, y las Guayanas.
Durante siglos, habían emigrado a las Antillas Menores hasta llegar a Puerto Rico. Desde allí pasaron, en el siglo IV después de Cristo, a "Haití" o "Tierra Alta". Estos eran los nombres usados por los nativos para denominar la isla que Cristóbal Colón llamó La Española por su parecido con las tierras de Castilla.
Los arauacos, que posteriormente se establecieron en Cuba y Jamaica, eran conocidos con el nombre de taínos. Esta palabra significaba "hombre bueno". Con esto querían decir que no eran caníbales, para de este modo diferenciarse de los indios caribes, que sí lo eran.
SISTEMA ECONÓMICO-SOCIAL
Los taínos vivían en un sistema en que no existía la propiedad privada; se consumía la mayor parte de lo que se producía, y se intercambiaban productos con indígenas residentes en Cuba.
Era una sociedad poco diferenciada, aunque en lo político-administrativo había una jerarquía social, en cuya cúspide se encontraba el cacique. Él era el jefe militar. Además, dirigía las labores productivas y distribuía cuanto se producía.
En 1492 había cinco caciques principales: Guarionex, quien mandaba en el cacicazgo de Maguá; Guacanagarix, en el de Marién; Caonabo, en el de Maguana; Bohechío, en el de Jaragua; y Cayacoa, en el de Higüey.
Luego seguían los nitaínos, asistentes del cacique. Después estaba el brujo, también llamado behíque o buitío, quien dirigía las ceremonias religiosas y curaba enfermos con plantas medicinales. Finalmente, los naborías, quienes eran sirvientes del cacique.
CREENCIAS RELIGIOSAS
Los taínos pensaban que al morirse emprenderían un largo viaje, para reunirse en un valle con sus antepasados. Eran enterrados con alimentos y bebidas "que consumirían durante el trayecto"; y con artefactos que pensaban utilizar en su vida en el más allá.
Los taínos creían en dioses y espíritus protectores que llamaban cemíes, los que representaban en forma de figuras hechas de madera, barro, hueso, concha, raíces tuberosas, piedra y tejidos.
Las piedras de tres puntas talladas que representaban a cemíes, eran denominadas trigonolitos. Se les enterraba en los sembrados "para la obtención de buenas cosechas", "para que la lluvia y el sol aparecieran cuando mejor conviniera a la agricultura", y "para que las mujeres parieran sin dolor".
En las ceremonias religiosas y fiestas los caciques se sentaban en asientos de madera o de piedra llamados dúhos.
La principal ceremonia religiosa era el rito de la cohoba. El cacique, mediante inhaladores, absorbía por la nariz un polvo alucinógeno, con el fin de "establecer comunicaciones con los cemíes".
La sustancia empleada era extraída de las semillas de la planta acacia niopo, también conocida con el nombre de cohoba. Algunos autores afirman que para los mismos fines se usaba tabaco mezclado con distintas plantas alucinógenas.
Los primeros indios que poblaron la isla, celebraban ceremonias religiosas en cuevas. En sus rocas pintaban imágenes relativas a sus ritos y a diversos animales
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Una gran parte de los conocimientos sobre las creencias religiosas de los aborígenes de La Española proviene de Fray Ramón Pané, un monje catalán de la Orden de los Jerónimos, quien vivió entre ellos en los años 1494-1498, y escribió una obra titulada Relación acerca de las antigüedades de los indios.
PRODUCCIÓN AGRÍCOLA
Los indios de la isla relacionaban su dios principal, Yocahú Vagua maorocoti, con la yuca, su principal producto alimenticio, que consumían en forma de cazabe.
En el cacicazgo de Jaragua la yuca era cultivada en grandes cantidades con el sistema de riego. Este era el más avanzado desde el punto de vista de la producción y el más poblado.
Técnicamente, el sistema agrícola taíno dependía de la agricultura de roza. Esta se realizaba mediante la tala y quema de árboles, para que las cenizas sirviesen de abono. Luego se sembraba el terreno, y cuando se agotaba su fertilidad, se le abandonaba para recomenzar en otro lugar el mismo proceso de tala, quema y siembra.
Los taínos formaban montones de tierra con la capa vegetal, de aproximadamente tres pies de altura y doce de diámetro. Eran muy productivos.
Los aborígenes del área antillana cultivaban tanto la yuca' dulce como la amarga, pero más esta última variedad, porque les ¡permitía hacer el pan de cazabe!, fuente principal de su dieta, ya que se podía almacenar sin deteriorarse durante muchos meses.
Con el veneno que contenía la yuca amarga, llamado ácido prúsico, muchos indígenas se suicidaron, por no poder soportar los abusos de los conquistadores.
También cultivaban maíz, batata, yautía, guáyiga, lerén, maní, frijoles, bija y ajíes.
CIBONEYES, CIGUAYOS Y MACORIXES
Otros grupos indígenas que habitaban en la isla en 1492, eran los ciboneyes, ciguayos y macorixes.
Los ciboneyes, residentes en el cacicazgo de Maguana, eran pescadores, cazadores y recolectores de frutas y raíces. Estaban, desde el punto de vista de la producción, más atrasados que los taínos. Estos, además de todo lo anterior, eran agricultores y ceramistas.
Los indios no trabajaban ni el cobre ni el hierro, pero sí el oro, que usaban como ornamento.
Los ciguayos y los macorixes residían en el cacicazgo de Maguá, donde enfrentaban a los caribes, que venían desde las Antillas Menores a lanzar ataques, con el fin de conseguir varones para sus actos de canibalismo, y mujeres para esclavizarlas.
Debido a estos enfrentamientos con los aguerridos caribes, los ciguayos usaban los arcos y flechas más grandes de toda la isla; y ponían veneno en la punta de las flechas.
Los ciguayos y macorixes tenían lenguas propias, y en la isla se hablaba un idioma común a todos los taínos.
Los indios cantaban y bailaban sus tradiciones y leyendas en los areítos, ceremonias que tenían lugar durante varios días en plazas que llamaban bateyes, y que los españoles denominaban corrales. Uno de ellos era el Corral de los Indios de San Juan de La Maguana.
En los mismos también se efectuaba el juego de la pelota, consistente en darle con la cabeza, los hombros, el codo y la cadera, y no con la mano, a una bola hecha de la resma del copey.
Durante el primer viaje de Colón tuvo lugar el primer enfrentamiento armado en el Nuevo Mundo entre españoles e indígenas. Fue cuando ciguayos dispararon flechas a miembros de las tripulaciones de La Pinta y La Niña, en la Península de Samaná. Debido a este hecho, el almirante genovés denominó a la Bahía de Samaná Golfo de las Flechas.
La Sociedad Taina
La isla De Santo Domingo Antes De Colon
La primera noticia de un grupo étnico denominado “ciguayo” está en el Diario de a bordo del Almirante Cristóbal Colón, transcrito en parte por el Padre Fray Bartolomé de Las Casas, cuando haciendo escala en Samaná, isla de Santo Domingo, Colón se encuentra con los habitantes de esa región en los cuales advierte características bien diferentes de las observadas entre los grupos indígenas que conociera en su navegación previa.
Las Casas señala que Colón envió una barca a tierra en una hermosa playa “ya para que tomasen ajes para comer, y hallaron ciertos hombres con arcos y flechas con los cuales se pararan a hablar”. Los españoles compraron algunos arcos y flechas, pero los indígenas se negaron a intercambiar más. Colón, interesado por la leyenda de los llamados “caribes”, de los cuales tuvo noticias ya en las islas Bahamas, quiso inquirir sobre ellos, recibiendo de los Ciguayos respuesta de que en efecto, en Matinino había sólo mujeres, que los caribes de las islas tenían campamentos separados y que en una parte se hallaban las mujeres y en otra los hombres.
Son, pues, los Ciguayos quienes con mayor precisión saben dónde esta Matinino (hoy Martinica), y están dispuestos a llevar allí al nuevo invasor. El Almirante notó entre los Ciguayos diferencias en el lenguaje. Palabras como “caona”, con la que otros grupos designaban el oro, no existían, y en lengua o dialecto ciguayo el oro se llamaba “tuob”.
Se tiznaban el rostro de carbón, llevaban cabellos muy largos “y encogidos y atados detrás y después puestos en una redecilla de pluma de papagayos”. Un dato dado por Colón en su Diario es que en la isla Española se llamaba carib a los caribes, mientras que en las islas pasadas se les llamaba caniba.
Salieron a ver al Almirante en aquel lugar de Samaná casi 50 indios que habían estado escondidos mientras los españoles platicaban con uno de los indios de la zona. A pesar de que había diferencias entre las lenguas que hablaban los intérpretes y la de los Ciguayos, Colón notó que “los indios que consigo traía entendían más, puesto que fallan diferencia de lenguas por la gran distancia de las tierras”. Se refiere el Almirante a que él “entendía algunas palabras y por ellas dizque saca otras cosas, y que los indios que consigo traía entendían más”, queriendo quizás decir con esto que el propio Colón conocía ya el nombre y sentido de algunas cosas en lengua de las islas.
Estas afirmaciones corresponden a la lectura del Diario en fecha 13 de enero del año 1493, y son importantes, ya que sabemos por varios cronistas de la diferencia radical entre lenguas como la macorix y la taína. Los Ciguayos de Samaná, pese a una lengua que no era la de los guías indígenas de Colón, podían de algún modo entenderse con éstos, lo que revela que por lo menos hablaban un dialecto o alguna forma del mismo tronco lingüístico.
Después de una escaramuza en la que siete españoles dispersaron a cincuenta indios, en un acto que ridículamente ha sido denominado como “la batalla del Golfo de las Flechas”, Colón, creyendo que se trataba de caribes, trató de localizar el poblado, pero antes ya había una buena cantidad de Ciguayos con un jefe principal. El cacique de la zona o uno de los caciques de menor rango, traía tres ayudantes o acólitos, entrando a la carabela por sugerencias del propio Almirante. Allí en un acto protocolar les fue servido pan bizcocho, se les regalaron bonetes, y a cambio el rey ofreció enviar a Colón, al día siguiente, una carátula de oro en pago; los indios partieron y regresaron al otro día sin el rey, pero con el presente ofrecido. Luego de estos intercambios, Colón apresó cuatro mancebos que subieron a la carabela, con fines de hacerlos traductores o “lenguas”, y tal vez como guías. Se maravilló del tamaño de los arcos. “Los arcos de aquella gente dizque eran tan grandes como los de Francia e Inglaterra”. Luego de describir las armas se refiere Colón a los sembrados, destacando la presencia del ají, el algodón, y el almácigo. Convencidos de ir a Matinino, tierra de caribes, con orientación de los Ciguayos que llevaba, decidió no obstante, por el mal calafateo de la carabela y para aprovechar el buen viento, continuar viaje hacia España.
El cronista Pedro Mártir de Anglería, señala que son diez los indios que llegan con Colón, a España, y como podemos apreciar, cuatro de ellos eran Ciguayos.
Las Casas describe a los Ciguayos y el encuentro de estos con Colón más o menos siguiendo los lineamientos del Diario de Colón; sin embargo, en Mártir encontramos otra descripción, si se quiere rica, por cuanto es suficientemente precisa como para obtener algunas novedades etnológicas.
Sabido es que el cacique Guarionex, rebelado contra España por las violaciones de que fueran objeto sus súbditos y el malentendido habido en relación con imágenes católicas que fueran enterradas por los taínos, acto ritual mal interpretado por los españoles, abandonó definitivamente el cristianismo y atacó, en los finales del siglo XV, y desde las faldas de las cordilleras cercanas al valle del Cibao, los poblados tamos y españoles. El cacique Guarionex, taíno, fue protegido por el cacique Mayobanex, quien le diera acogida junto a muchos de sus hombres. Los ataques fueron parte de un pacto entre Ciguayos y taínos del valle de la Vega Real. Cuando Bartolomé Colón quiso poner coto a la situación ejerció una violencia desusada, matando, ahorcando y quemando a sus víctimas.
Mártir de Anglería dice que “Averiguó, además, (el Adelantado) que el cacique Guarionex, no pudiendo sufrir por más tiempo las insolencias y rapiñas de Roldán y de otros que allí quedaron, se había retirado lleno de desesperación con muchos de sus familiares y súbditos a unos montes, sólo distantes de La Isabela diez leguas hacia occidente en la costa septentrional. A esos montes y a sus habitantes les dan el mismo nombre de Ciguayos; al cacique principal de los reyezuelos de las montañas lo llamaban Mayobanex, y a su corte Capron”.
El único cronista que señala que los Ciguayos eran caníbales es Mártir de Anglería. Dice; “Tratase de unas cimas escarpadas, altas e inaccesibles, que dispuestas por la naturaleza en forma de arco, extienden sus extremos hacia el mar. Entre ambas puntas de dicho monte hay una hermosa llanada al través de la cual corren hacia el mar desde la altura, numerosos ríos. La gente es fiera y belicosa y se cree que traen su origen de los caníbales, porque cuando bajando de los montes a la planicie para hacer guerra a sus vecinos, dan muerte a algunos de éstos, se los comen”.
La característica cultural principal de los Ciguayos era su “indumentaria”, si así puede llamarse la decoración corporal que los caracterizaba; según el propio Colón y también Las Casas, tenían el rostro pintado de negro, que usan en la cara y el bermellón. La información de Mártir, que tenían informaciones de primera mano se infiere de la descripción del ataque de Bartolomé Colón a Mayobanex:
“Cuando los Ciguayos, alzando a un tiempo horrendo griterío, se precipitaron formados en batallón desde las selvas, con espantoso y temible aspecto; no de otro modo avanzaron los virgilianos agatirsos, todos pintados y sembrados de manchas, pues valiéndose de colores negro y bermellón extraídos de ciertos frutos semejantes a la pera, que con cuidado cultivan para este objeto en sus huertos, se embadurnan desde la frente a las rodillas, prendido de mil modos el pelo que crían negro y artificiosamente largo, si la naturaleza se los rehúsa”.
El uso de pintura total del cuerpo a base de negro y rojo, característica es de otros grupos selváticos continentales, usando para ello la bija y la jagua. Esta modalidad de decoración corporal difería notablemente a la decoración corporal con manchas o líneas como puede verse muy claramente en la descrita por Colón para los habitantes de Las Bahamas... “y de ello se pintan de blanco, y de ellos de colorado, y de ellos se pintan las caras, y de ellos todo el cuerpo y de ellos sólo los ojos, y de ellos sólo la nariz”.
El dato de Colón es claro en lo relativo a lo ecléctico del sistema decorativo que presentan los otros grupos. El esquema decorativo ciguayo es tan rígido, que el propio Mártir señala como españoles disfrazados de Ciguayos, con tinte total, pudieron penetrar hasta donde Mayobanex capturándolo junto a su mujer y sus hijos.
Desde el punto de vista etnológico sabemos que el juego de la pelota y el areíto no eran elementos comunes a la zona de los Ciguayos. Por lo menos no hay datos arqueológicos que nos hablen del uso de la plaza indígena en el área de Samaná. Pero vale la pena recalcar algo:
Cuando Mayobanex se enfrenta a los suyos, que para establecer la paz en su comunidad pide la entrega de Guarionex a los españoles, el argumento, en palabras de Mártir, era que no lo entregaría porque “Guarionex era un hombre bueno y acreedor de su benevolencia, porque le había traído al tiempo de su llegada muchos regios presentes y enseñado a su mujer y a él mismo a cantar y a bailar; cosas de que hacía gran aprecio, por lo cual tenía que protegerlo”.
Vale la pena destacar que entre los taínos, estudiados en el capítulo anterior, a los cuales pertenecía Guarionex, el cantar y bailar se conjugaban con el areíto, cuya fórmula no era otra que la de al través del canto y el baile recordar las herencias, la ascendencia, los hechos relevantes de la comunidad, en fin, la historia tribal. Este agradecimiento expresado por el cacique ciguayo Mayobanex, nos lleva a la suposición de que había un entendido tribal, de que la lengua entre taínos y Ciguayos no era tan diferente, y de que fue para los Ciguayos un magno descubrimiento el areíto, o sea lo que Mártir llama “cantar y bailar”.
Con los Aunque Mártir señala el dato con cierta indiferencia, a la distancia de quinientos años y sabedores de la importancia de esta decisión, consideramos a los Ciguayos como un grupo en franca relación de amistad con los taínos en momentos de lucha.
Con los datos aportados, que no son todos los de la crónica, podríamos hacer un balance comparativo, decidor de cuáles eran los elementos característicos del grupo ciguayo:
1ro. Hablaban una lengua inteligible para el taíno, pero diferente.
2do. Utilizaban una decoración corporal total a base de los colores negro y rojo, principalmente en momentos de guerra.
3ro. Usaban de arcos más grandes que los comunes y comparables en tamaño a los arcos de Inglaterra y Francia.
4to. Llevaban el pelo largo, recogido en la parte trasera por redecillas de algodón, adornadas con plumas coloridas.
5to. Históricamente habitaron ambas márgenes de la bahía de Samaná, incluyendo lo que es hoy la zona del Gran Estero, en donde desemboca el río Yuna.
6to. Desconocieron por largo tiempo el areíto, el cual les fue enseñado tardíamente por el cacique Guarionex.
7mo. Pedro Mártir de Anglería destaca la posibilidad de canibalismo, lo cual niega el Padre Las Casas, quien consideraba en su Historia de Indias que nunca hubo canibalismo en la isla de Santo Domingo.
8vo. Pueden ser considerados los Ciguayos como los más belicosos aborígenes encontrados en las Antillas Mayores.
9no. Eran agricultores, y sus sembrados de algodón y ajes (batatas) fueron observados y anotados por el propio Colón.
Las descripciones y apuntes antes mencionados nos llevan a la conclusión de que los Ciguayos fueron el único grupo en las Antillas Mayores con estas características, y estas características sólo están presentes entre los caribes de las Antillas Menores.
Hay elementos que los relacionan históricamente con esas Antillas Menores. El primero sería el conocimiento seguro de la isla de Martinica, ocupada por los caribes, a la cual de seguro hubiesen llevado a Colón en caso de que hubiese accedido a la propuesta de los Ciguayos. Colón entendió que Matinino estaba poblada de mujeres, pero sabemos que la historia posterior demostró que en realidad en la misma había mujeres arawacas, raptadas de las Antillas Mayores, y que los caribes usaban como compañeras y concubinas. Estas esposas eran las que se encargaban de la agricultura en los grupos caribes, a la vez que estos últimos les permitían el uso de su lengua originaria, por lo que se informa entre los caribes de las islas de una lengua masculina, y otra femenina, costumbre que se prolongó por muchas décadas.
Vale la pena hacer algunas referencias que parecerían describir a los Ciguayos, y que sin embargo se encuentran en los textos que hablan de los caribes. Se pintaban totalmente de negro la cara y de rojo el cuerpo, llevaban igualmente largos los cabellos con la redecilla y las plumas descritas por Colón para los Ciguayos; usaban como éstos enormes arcos de más de seis pies de altura y practicaban un canibalismo ritual, manteniendo el aspecto de ferocidad como una forma complementaria del quehacer bélico.
Bouton, en 1640, señala lo siguiente sobre los caribes de Martinica, la Matinino de los Ciguayos:
“Ellos se embijan sus cuerpos, que de suyo son de color oliváceo, con el rocú... Ellos lían sus cabellos detrás de la cabeza y allí ponen o ensartan plumas de guacamayo, de flamenco y otros pájaros”.
Un documento anónimo de la Biblioteca Nacional de París, sobre la isla de Guadalupe señala que “Nuestros caribes jamás van vestidos, ni hombres ni mujeres... Hombres y mujeres llevan los cabellos largos. Cuando van a alguna parte se los recogen detrás de la cabeza y se los atan con unas hebras de algodón embijadas... Algunos añaden a eso un poco de algodón blanco y fino, que extienden sobre el conjunto de sus cabellos y unas plumas de diferentes colores que allí se cogen... Se embijan todo el cuerpo con rocú y algunas veces se ennegrecen con genipas (jagua). En sus grandes vins (fiestas) se hacen pintar de negro de una forma particular, con dibujos moriscos, muy apropiadamente”.
Estos datos corresponden a 1647.
Mathias Du Puis, para la misma época revela que “tienen la cabeza derecha, embellecida con largos cabellos negros que les caen por encima de sus hombros, salvo que la necesidad de algún viaje o trabajo los obligue a recogérselos...
Por lo que respecta a su belleza artificial se puede informar dos puntos; en cuanto al rucú, que es una especie de pintura que los embija, y en cuanto a los perifollos, tales como cristales, abalorios, caracolis y otros que llevan. Cuando van a la guerra, para aterrorizar más a sus enemigos, se hacen marcar la cara con algunas rayas negras que se pintan con el fruto de la genipa.
Están desnudos... y si alguno de entre ellos tiene la discreción de quererse ocultar las partes... sería objeto de burla”.
Rocheforts, ya hacia finales del siglo XVII, y hablando de los caribes de Antillas Menores apunta que “Van enteramente desnudos hombres y mujeres, como varias otras naciones. Y si alguno de ellos quisiera ocultar sus partes naturales sería objeto de burlas de los demás. Aun cuando hayan tenido trato con los cristianos, ha sido imposible hasta el presente persuadirlos de que se cubran. Ellos cambian su color natural mediante un color rojo que aplican sobre su cuerpo. Como viven cerca de los ríos y manantiales la primera cosa que hacen todas las mañanas es ir allí a lavarse el cuerpo”, más adelante informa que “Una vez secos, su mujer o alguna de las criadas, toma una calabaza llena de cierta pintura roja que llaman rucú, nombre del árbol que la produce... etc. Le pintan todo el cuerpo, incluso la cara, de este color diluido en aceite..., y para parecer más galanos se hacen círculos negros en la órbita de los ojos con jugo de genipa”.
La lucha entre caribes y arawacos todavía en épocas de Recheforts se mantenía, por cuanto según el cronista “los unos sostienen que los más valientes de su nación son llevados después de la muerte a una de las islas afortunadas donde tienen las cosas que ellos desean y los arauages (arawacos) allí son sus esclavos”.
Otros cronistas de Antillas Menores coinciden en señalar características similares a las encontradas por Colón cuando por vez primera tocó con los grupos Ciguayos de Samaná. La arqueología sin embargo demuestra que los Ciguayos de Samaná utilizaban o fabricaban una alfarería correspondiente al estilo Boca Chica, un estilo típicamente taíno.
Las evidencias apuntan entonces hacia varias posibilidades:
a.- Los Ciguayos eran taínos que en contacto y lucha contra los caribes adoptaron sus costumbres y hábitos guerreros, imitándoles.
b.- Los Ciguayos eran grupos de Antillas Menores, relacionados con los taínos, ya que su lengua era diferente de la taína, pero inteligible para los mismos taínos, como lo señala Colón. Llegaron tardíamente a la isla de Santo Domingo, con hábitos caribes adquiridos en la lucha contra éstos.
c.- Los Ciguayos eran caribes adaptados al sistema de vida de los taínos, y posiblemente seguidores de los usos de la mayoría de los habitantes de la isla.
Cualquiera de las tres posibilidades es válida. Será difícil establecer el origen étnico de un grupo humano cuyas características están más cerca de las de los caribes de las Antillas Menores, que de las representantes por los indios taínos que poblaban gran parte de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico.
El uso de bastones o macanas está bien descrito por casi todos los cronistas de Antillas Menores y de la Guayanas. “Además de un pequeño edificio donde reposan y donde reciben a sus amigos, cada familia importante tiene también dos pequeños cobertizos. Uno sirve de cocina y el otro como almacén, donde guardan sus arcos, sus flechas, y sus bastones que son unos mazos de madera pesada y pulida de las cuales se sirven en la guerra en lugar de espada”... El uso del dujo entre los caribes está documentado como entre los arawacos. El característico uso de vajilla de barro, decorosamente pintada, revela que las mujeres arawacas han seguido haciéndola durante siglos. Los elementos culturales caribes no puede separarse de los de los demás grupos agrícolas antillanos. Todavía hacia la época de Rocheforts la organización productiva tiene los mismos ribetes que tenía en las Antillas Mayores y Menores a la llegada de Colón: “ Sin embargo entre los caribes los hombres tienen todos estos empleos y todas estas ocupaciones por indignas de ellos. Ellos están por lo común en el campo. Pero sus mujeres cuidan meticulosamente de la casa y allí trabajan. Ellos ciertamente talan los árboles de altos troncos, necesarios para las viviendas; construyen sus casas y tienen cuidado de manejar el edificio mediante las reparaciones necesarias. Pero las mujeres están encargadas de todo lo que se necesita para la subsistencia de la familia. Ellos van a la caza y a la pesca...”, apunta Rocheforts que son las mujeres las que van a buscar la pieza cuando es cazada, las que buscan la yuca o mandioca para hacer el casabe... Las mujeres hilan algodón, tejen, etc. La deformación artificial del cráneo, signo de belleza entre taínos, macorijes y Ciguayos, fue común entre los caribes antillanos. Elementos tales como el enterramiento en cuclillas, se practicaba todavía en el siglo XVII igual que lo practicaban los taínos antillanos. Como deseamos arrojar luz sobre las similitudes de los grupos de procedencia Orinoco-amazónica, y destacar el dato de que las sociedades caribes y arawacas tenían más en común que en diversidad, permítasenos transcribir a Rocheforts: “Después que los caribes han regado el cuerpo de sus muertos con sus lágrimas, lo lavan, lo embijan, le frotan la cabeza con aceite, le peinan los cabellos, le pliegan las piernas contra los muslos, le ponen los codos entre las piernas y colocan la cara sobre las manos, de manera que todo el cuerpo está casi en la misma postura que el niño en el vientre de su madre, y lo envuelven en una cama de algodón, esperando que todo esté listo para enterrarlo”. Los muertos son enterrados, como acontece con muchos grupos pre-taínos y aún taínos, dentro de las viviendas.
Du Tertre, un cronista francés publica en 1667, su Historia General de Las Antillas, y recoge información en cuanto a la decoración básica con bija y jagua, y lo mismo el peinado de pelo largo, aceitado, con pelo recogido detrás.
De la Borde, en 1674, habla del bastón macana, de la decoración roja y negra, y del uso del pelo largo aceitado y recogido detrás, y de las flechas envenenadas, “rodean este lío de cabellos con algodón bien trabajado y allí clavan plumas de papagayo, y en lo alto, grande y roja, de la cola de ánade”...”Cambian su color natural con una sustancia roja diluida en aceite, que aplican sólo en el cuerpo y llaman a esto embijarse; los viejos se hacen pintar los cuatro dedos y el pulgar, y el cuerpo hasta los pies; la gente joven busca un poco más de porte y se pintarrajea la cara y se hacen bigotes a la española, y rayas y dibujos sobre sus mejillas desde la frente hasta las orejas... Otros en lugar de rucú se embadurnan todos de genipa, de suerte que parecen diablos”...
Du Tertre habla de embijamiento y ennegrecimiento artificial de las mujeres.
Por su parte el Padre Labat confirma que el uso de genipa en el rostro está relacionado con la guerra o los actos importantes, confirma que “sus cabellos los llevan atados atrás de la cabeza con un cordón de algodón...” En cuanto a los arcos, señala que “los arcos de los cuales se sirven tienen seis pies de largo. Vale la pena señalar que Labat es el único cronista de Antillas Menores que da una clasificación de los tipos de flechas usados por los caribes, y de la especialización de estas flechas: unas para envenenar, otras para pescar, otras romas para cazar aves sin herirlas y aprovechar el plumaje. Su descripción del uso y fabricación de la macana como arma de guerra es también interesante.
Todavía en 1725, Chanvalon se refería a los caribes como manteniendo, a pesar de su proceso de transculturación que incluyó contactos con africanos escapados manteniendo, repetimos, sus costumbres ancestrales. Dato interesante es que los negros africanos escapados de los buques e integrados a la sociedad caribe, practicaron igual que ellos la deformación craneal artificial, lo que los diferenciaba de esclavos escapados recientemente, y los identificaba como sujetos libres, por que como bien señala Chanvalon, aquella suerte de distinción era símbolo de libertad
La primera noticia de un grupo étnico denominado “ciguayo” está en el Diario de a bordo del Almirante Cristóbal Colón, transcrito en parte por el Padre Fray Bartolomé de Las Casas, cuando haciendo escala en Samaná, isla de Santo Domingo, Colón se encuentra con los habitantes de esa región en los cuales advierte características bien diferentes de las observadas entre los grupos indígenas que conociera en su navegación previa.
Las Casas señala que Colón envió una barca a tierra en una hermosa playa “ya para que tomasen ajes para comer, y hallaron ciertos hombres con arcos y flechas con los cuales se pararan a hablar”. Los españoles compraron algunos arcos y flechas, pero los indígenas se negaron a intercambiar más. Colón, interesado por la leyenda de los llamados “caribes”, de los cuales tuvo noticias ya en las islas Bahamas, quiso inquirir sobre ellos, recibiendo de los Ciguayos respuesta de que en efecto, en Matinino había sólo mujeres, que los caribes de las islas tenían campamentos separados y que en una parte se hallaban las mujeres y en otra los hombres.
Son, pues, los Ciguayos quienes con mayor precisión saben dónde esta Matinino (hoy Martinica), y están dispuestos a llevar allí al nuevo invasor. El Almirante notó entre los Ciguayos diferencias en el lenguaje. Palabras como “caona”, con la que otros grupos designaban el oro, no existían, y en lengua o dialecto ciguayo el oro se llamaba “tuob”.
Se tiznaban el rostro de carbón, llevaban cabellos muy largos “y encogidos y atados detrás y después puestos en una redecilla de pluma de papagayos”. Un dato dado por Colón en su Diario es que en la isla Española se llamaba carib a los caribes, mientras que en las islas pasadas se les llamaba caniba.
Salieron a ver al Almirante en aquel lugar de Samaná casi 50 indios que habían estado escondidos mientras los españoles platicaban con uno de los indios de la zona. A pesar de que había diferencias entre las lenguas que hablaban los intérpretes y la de los Ciguayos, Colón notó que “los indios que consigo traía entendían más, puesto que fallan diferencia de lenguas por la gran distancia de las tierras”. Se refiere el Almirante a que él “entendía algunas palabras y por ellas dizque saca otras cosas, y que los indios que consigo traía entendían más”, queriendo quizás decir con esto que el propio Colón conocía ya el nombre y sentido de algunas cosas en lengua de las islas.
Estas afirmaciones corresponden a la lectura del Diario en fecha 13 de enero del año 1493, y son importantes, ya que sabemos por varios cronistas de la diferencia radical entre lenguas como la macorix y la taína. Los Ciguayos de Samaná, pese a una lengua que no era la de los guías indígenas de Colón, podían de algún modo entenderse con éstos, lo que revela que por lo menos hablaban un dialecto o alguna forma del mismo tronco lingüístico.
Después de una escaramuza en la que siete españoles dispersaron a cincuenta indios, en un acto que ridículamente ha sido denominado como “la batalla del Golfo de las Flechas”, Colón, creyendo que se trataba de caribes, trató de localizar el poblado, pero antes ya había una buena cantidad de Ciguayos con un jefe principal. El cacique de la zona o uno de los caciques de menor rango, traía tres ayudantes o acólitos, entrando a la carabela por sugerencias del propio Almirante. Allí en un acto protocolar les fue servido pan bizcocho, se les regalaron bonetes, y a cambio el rey ofreció enviar a Colón, al día siguiente, una carátula de oro en pago; los indios partieron y regresaron al otro día sin el rey, pero con el presente ofrecido. Luego de estos intercambios, Colón apresó cuatro mancebos que subieron a la carabela, con fines de hacerlos traductores o “lenguas”, y tal vez como guías. Se maravilló del tamaño de los arcos. “Los arcos de aquella gente dizque eran tan grandes como los de Francia e Inglaterra”. Luego de describir las armas se refiere Colón a los sembrados, destacando la presencia del ají, el algodón, y el almácigo. Convencidos de ir a Matinino, tierra de caribes, con orientación de los Ciguayos que llevaba, decidió no obstante, por el mal calafateo de la carabela y para aprovechar el buen viento, continuar viaje hacia España.
El cronista Pedro Mártir de Anglería, señala que son diez los indios que llegan con Colón, a España, y como podemos apreciar, cuatro de ellos eran Ciguayos.
Las Casas describe a los Ciguayos y el encuentro de estos con Colón más o menos siguiendo los lineamientos del Diario de Colón; sin embargo, en Mártir encontramos otra descripción, si se quiere rica, por cuanto es suficientemente precisa como para obtener algunas novedades etnológicas.
Sabido es que el cacique Guarionex, rebelado contra España por las violaciones de que fueran objeto sus súbditos y el malentendido habido en relación con imágenes católicas que fueran enterradas por los taínos, acto ritual mal interpretado por los españoles, abandonó definitivamente el cristianismo y atacó, en los finales del siglo XV, y desde las faldas de las cordilleras cercanas al valle del Cibao, los poblados tamos y españoles. El cacique Guarionex, taíno, fue protegido por el cacique Mayobanex, quien le diera acogida junto a muchos de sus hombres. Los ataques fueron parte de un pacto entre Ciguayos y taínos del valle de la Vega Real. Cuando Bartolomé Colón quiso poner coto a la situación ejerció una violencia desusada, matando, ahorcando y quemando a sus víctimas.
Mártir de Anglería dice que “Averiguó, además, (el Adelantado) que el cacique Guarionex, no pudiendo sufrir por más tiempo las insolencias y rapiñas de Roldán y de otros que allí quedaron, se había retirado lleno de desesperación con muchos de sus familiares y súbditos a unos montes, sólo distantes de La Isabela diez leguas hacia occidente en la costa septentrional. A esos montes y a sus habitantes les dan el mismo nombre de Ciguayos; al cacique principal de los reyezuelos de las montañas lo llamaban Mayobanex, y a su corte Capron”.
El único cronista que señala que los Ciguayos eran caníbales es Mártir de Anglería. Dice; “Tratase de unas cimas escarpadas, altas e inaccesibles, que dispuestas por la naturaleza en forma de arco, extienden sus extremos hacia el mar. Entre ambas puntas de dicho monte hay una hermosa llanada al través de la cual corren hacia el mar desde la altura, numerosos ríos. La gente es fiera y belicosa y se cree que traen su origen de los caníbales, porque cuando bajando de los montes a la planicie para hacer guerra a sus vecinos, dan muerte a algunos de éstos, se los comen”.
La característica cultural principal de los Ciguayos era su “indumentaria”, si así puede llamarse la decoración corporal que los caracterizaba; según el propio Colón y también Las Casas, tenían el rostro pintado de negro, que usan en la cara y el bermellón. La información de Mártir, que tenían informaciones de primera mano se infiere de la descripción del ataque de Bartolomé Colón a Mayobanex:
“Cuando los Ciguayos, alzando a un tiempo horrendo griterío, se precipitaron formados en batallón desde las selvas, con espantoso y temible aspecto; no de otro modo avanzaron los virgilianos agatirsos, todos pintados y sembrados de manchas, pues valiéndose de colores negro y bermellón extraídos de ciertos frutos semejantes a la pera, que con cuidado cultivan para este objeto en sus huertos, se embadurnan desde la frente a las rodillas, prendido de mil modos el pelo que crían negro y artificiosamente largo, si la naturaleza se los rehúsa”.
El uso de pintura total del cuerpo a base de negro y rojo, característica es de otros grupos selváticos continentales, usando para ello la bija y la jagua. Esta modalidad de decoración corporal difería notablemente a la decoración corporal con manchas o líneas como puede verse muy claramente en la descrita por Colón para los habitantes de Las Bahamas... “y de ello se pintan de blanco, y de ellos de colorado, y de ellos se pintan las caras, y de ellos todo el cuerpo y de ellos sólo los ojos, y de ellos sólo la nariz”.
El dato de Colón es claro en lo relativo a lo ecléctico del sistema decorativo que presentan los otros grupos. El esquema decorativo ciguayo es tan rígido, que el propio Mártir señala como españoles disfrazados de Ciguayos, con tinte total, pudieron penetrar hasta donde Mayobanex capturándolo junto a su mujer y sus hijos.
Desde el punto de vista etnológico sabemos que el juego de la pelota y el areíto no eran elementos comunes a la zona de los Ciguayos. Por lo menos no hay datos arqueológicos que nos hablen del uso de la plaza indígena en el área de Samaná. Pero vale la pena recalcar algo:
Cuando Mayobanex se enfrenta a los suyos, que para establecer la paz en su comunidad pide la entrega de Guarionex a los españoles, el argumento, en palabras de Mártir, era que no lo entregaría porque “Guarionex era un hombre bueno y acreedor de su benevolencia, porque le había traído al tiempo de su llegada muchos regios presentes y enseñado a su mujer y a él mismo a cantar y a bailar; cosas de que hacía gran aprecio, por lo cual tenía que protegerlo”.
Vale la pena destacar que entre los taínos, estudiados en el capítulo anterior, a los cuales pertenecía Guarionex, el cantar y bailar se conjugaban con el areíto, cuya fórmula no era otra que la de al través del canto y el baile recordar las herencias, la ascendencia, los hechos relevantes de la comunidad, en fin, la historia tribal. Este agradecimiento expresado por el cacique ciguayo Mayobanex, nos lleva a la suposición de que había un entendido tribal, de que la lengua entre taínos y Ciguayos no era tan diferente, y de que fue para los Ciguayos un magno descubrimiento el areíto, o sea lo que Mártir llama “cantar y bailar”.
Con los Aunque Mártir señala el dato con cierta indiferencia, a la distancia de quinientos años y sabedores de la importancia de esta decisión, consideramos a los Ciguayos como un grupo en franca relación de amistad con los taínos en momentos de lucha.
Con los datos aportados, que no son todos los de la crónica, podríamos hacer un balance comparativo, decidor de cuáles eran los elementos característicos del grupo ciguayo:
1ro. Hablaban una lengua inteligible para el taíno, pero diferente.
2do. Utilizaban una decoración corporal total a base de los colores negro y rojo, principalmente en momentos de guerra.
3ro. Usaban de arcos más grandes que los comunes y comparables en tamaño a los arcos de Inglaterra y Francia.
4to. Llevaban el pelo largo, recogido en la parte trasera por redecillas de algodón, adornadas con plumas coloridas.
5to. Históricamente habitaron ambas márgenes de la bahía de Samaná, incluyendo lo que es hoy la zona del Gran Estero, en donde desemboca el río Yuna.
6to. Desconocieron por largo tiempo el areíto, el cual les fue enseñado tardíamente por el cacique Guarionex.
7mo. Pedro Mártir de Anglería destaca la posibilidad de canibalismo, lo cual niega el Padre Las Casas, quien consideraba en su Historia de Indias que nunca hubo canibalismo en la isla de Santo Domingo.
8vo. Pueden ser considerados los Ciguayos como los más belicosos aborígenes encontrados en las Antillas Mayores.
9no. Eran agricultores, y sus sembrados de algodón y ajes (batatas) fueron observados y anotados por el propio Colón.
Las descripciones y apuntes antes mencionados nos llevan a la conclusión de que los Ciguayos fueron el único grupo en las Antillas Mayores con estas características, y estas características sólo están presentes entre los caribes de las Antillas Menores.
Hay elementos que los relacionan históricamente con esas Antillas Menores. El primero sería el conocimiento seguro de la isla de Martinica, ocupada por los caribes, a la cual de seguro hubiesen llevado a Colón en caso de que hubiese accedido a la propuesta de los Ciguayos. Colón entendió que Matinino estaba poblada de mujeres, pero sabemos que la historia posterior demostró que en realidad en la misma había mujeres arawacas, raptadas de las Antillas Mayores, y que los caribes usaban como compañeras y concubinas. Estas esposas eran las que se encargaban de la agricultura en los grupos caribes, a la vez que estos últimos les permitían el uso de su lengua originaria, por lo que se informa entre los caribes de las islas de una lengua masculina, y otra femenina, costumbre que se prolongó por muchas décadas.
Vale la pena hacer algunas referencias que parecerían describir a los Ciguayos, y que sin embargo se encuentran en los textos que hablan de los caribes. Se pintaban totalmente de negro la cara y de rojo el cuerpo, llevaban igualmente largos los cabellos con la redecilla y las plumas descritas por Colón para los Ciguayos; usaban como éstos enormes arcos de más de seis pies de altura y practicaban un canibalismo ritual, manteniendo el aspecto de ferocidad como una forma complementaria del quehacer bélico.
Bouton, en 1640, señala lo siguiente sobre los caribes de Martinica, la Matinino de los Ciguayos:
“Ellos se embijan sus cuerpos, que de suyo son de color oliváceo, con el rocú... Ellos lían sus cabellos detrás de la cabeza y allí ponen o ensartan plumas de guacamayo, de flamenco y otros pájaros”.
Un documento anónimo de la Biblioteca Nacional de París, sobre la isla de Guadalupe señala que “Nuestros caribes jamás van vestidos, ni hombres ni mujeres... Hombres y mujeres llevan los cabellos largos. Cuando van a alguna parte se los recogen detrás de la cabeza y se los atan con unas hebras de algodón embijadas... Algunos añaden a eso un poco de algodón blanco y fino, que extienden sobre el conjunto de sus cabellos y unas plumas de diferentes colores que allí se cogen... Se embijan todo el cuerpo con rocú y algunas veces se ennegrecen con genipas (jagua). En sus grandes vins (fiestas) se hacen pintar de negro de una forma particular, con dibujos moriscos, muy apropiadamente”.
Estos datos corresponden a 1647.
Mathias Du Puis, para la misma época revela que “tienen la cabeza derecha, embellecida con largos cabellos negros que les caen por encima de sus hombros, salvo que la necesidad de algún viaje o trabajo los obligue a recogérselos...
Por lo que respecta a su belleza artificial se puede informar dos puntos; en cuanto al rucú, que es una especie de pintura que los embija, y en cuanto a los perifollos, tales como cristales, abalorios, caracolis y otros que llevan. Cuando van a la guerra, para aterrorizar más a sus enemigos, se hacen marcar la cara con algunas rayas negras que se pintan con el fruto de la genipa.
Están desnudos... y si alguno de entre ellos tiene la discreción de quererse ocultar las partes... sería objeto de burla”.
Rocheforts, ya hacia finales del siglo XVII, y hablando de los caribes de Antillas Menores apunta que “Van enteramente desnudos hombres y mujeres, como varias otras naciones. Y si alguno de ellos quisiera ocultar sus partes naturales sería objeto de burlas de los demás. Aun cuando hayan tenido trato con los cristianos, ha sido imposible hasta el presente persuadirlos de que se cubran. Ellos cambian su color natural mediante un color rojo que aplican sobre su cuerpo. Como viven cerca de los ríos y manantiales la primera cosa que hacen todas las mañanas es ir allí a lavarse el cuerpo”, más adelante informa que “Una vez secos, su mujer o alguna de las criadas, toma una calabaza llena de cierta pintura roja que llaman rucú, nombre del árbol que la produce... etc. Le pintan todo el cuerpo, incluso la cara, de este color diluido en aceite..., y para parecer más galanos se hacen círculos negros en la órbita de los ojos con jugo de genipa”.
La lucha entre caribes y arawacos todavía en épocas de Recheforts se mantenía, por cuanto según el cronista “los unos sostienen que los más valientes de su nación son llevados después de la muerte a una de las islas afortunadas donde tienen las cosas que ellos desean y los arauages (arawacos) allí son sus esclavos”.
Otros cronistas de Antillas Menores coinciden en señalar características similares a las encontradas por Colón cuando por vez primera tocó con los grupos Ciguayos de Samaná. La arqueología sin embargo demuestra que los Ciguayos de Samaná utilizaban o fabricaban una alfarería correspondiente al estilo Boca Chica, un estilo típicamente taíno.
Las evidencias apuntan entonces hacia varias posibilidades:
a.- Los Ciguayos eran taínos que en contacto y lucha contra los caribes adoptaron sus costumbres y hábitos guerreros, imitándoles.
b.- Los Ciguayos eran grupos de Antillas Menores, relacionados con los taínos, ya que su lengua era diferente de la taína, pero inteligible para los mismos taínos, como lo señala Colón. Llegaron tardíamente a la isla de Santo Domingo, con hábitos caribes adquiridos en la lucha contra éstos.
c.- Los Ciguayos eran caribes adaptados al sistema de vida de los taínos, y posiblemente seguidores de los usos de la mayoría de los habitantes de la isla.
Cualquiera de las tres posibilidades es válida. Será difícil establecer el origen étnico de un grupo humano cuyas características están más cerca de las de los caribes de las Antillas Menores, que de las representantes por los indios taínos que poblaban gran parte de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico.
El uso de bastones o macanas está bien descrito por casi todos los cronistas de Antillas Menores y de la Guayanas. “Además de un pequeño edificio donde reposan y donde reciben a sus amigos, cada familia importante tiene también dos pequeños cobertizos. Uno sirve de cocina y el otro como almacén, donde guardan sus arcos, sus flechas, y sus bastones que son unos mazos de madera pesada y pulida de las cuales se sirven en la guerra en lugar de espada”... El uso del dujo entre los caribes está documentado como entre los arawacos. El característico uso de vajilla de barro, decorosamente pintada, revela que las mujeres arawacas han seguido haciéndola durante siglos. Los elementos culturales caribes no puede separarse de los de los demás grupos agrícolas antillanos. Todavía hacia la época de Rocheforts la organización productiva tiene los mismos ribetes que tenía en las Antillas Mayores y Menores a la llegada de Colón: “ Sin embargo entre los caribes los hombres tienen todos estos empleos y todas estas ocupaciones por indignas de ellos. Ellos están por lo común en el campo. Pero sus mujeres cuidan meticulosamente de la casa y allí trabajan. Ellos ciertamente talan los árboles de altos troncos, necesarios para las viviendas; construyen sus casas y tienen cuidado de manejar el edificio mediante las reparaciones necesarias. Pero las mujeres están encargadas de todo lo que se necesita para la subsistencia de la familia. Ellos van a la caza y a la pesca...”, apunta Rocheforts que son las mujeres las que van a buscar la pieza cuando es cazada, las que buscan la yuca o mandioca para hacer el casabe... Las mujeres hilan algodón, tejen, etc. La deformación artificial del cráneo, signo de belleza entre taínos, macorijes y Ciguayos, fue común entre los caribes antillanos. Elementos tales como el enterramiento en cuclillas, se practicaba todavía en el siglo XVII igual que lo practicaban los taínos antillanos. Como deseamos arrojar luz sobre las similitudes de los grupos de procedencia Orinoco-amazónica, y destacar el dato de que las sociedades caribes y arawacas tenían más en común que en diversidad, permítasenos transcribir a Rocheforts: “Después que los caribes han regado el cuerpo de sus muertos con sus lágrimas, lo lavan, lo embijan, le frotan la cabeza con aceite, le peinan los cabellos, le pliegan las piernas contra los muslos, le ponen los codos entre las piernas y colocan la cara sobre las manos, de manera que todo el cuerpo está casi en la misma postura que el niño en el vientre de su madre, y lo envuelven en una cama de algodón, esperando que todo esté listo para enterrarlo”. Los muertos son enterrados, como acontece con muchos grupos pre-taínos y aún taínos, dentro de las viviendas.
Du Tertre, un cronista francés publica en 1667, su Historia General de Las Antillas, y recoge información en cuanto a la decoración básica con bija y jagua, y lo mismo el peinado de pelo largo, aceitado, con pelo recogido detrás.
De la Borde, en 1674, habla del bastón macana, de la decoración roja y negra, y del uso del pelo largo aceitado y recogido detrás, y de las flechas envenenadas, “rodean este lío de cabellos con algodón bien trabajado y allí clavan plumas de papagayo, y en lo alto, grande y roja, de la cola de ánade”...”Cambian su color natural con una sustancia roja diluida en aceite, que aplican sólo en el cuerpo y llaman a esto embijarse; los viejos se hacen pintar los cuatro dedos y el pulgar, y el cuerpo hasta los pies; la gente joven busca un poco más de porte y se pintarrajea la cara y se hacen bigotes a la española, y rayas y dibujos sobre sus mejillas desde la frente hasta las orejas... Otros en lugar de rucú se embadurnan todos de genipa, de suerte que parecen diablos”...
Du Tertre habla de embijamiento y ennegrecimiento artificial de las mujeres.
Por su parte el Padre Labat confirma que el uso de genipa en el rostro está relacionado con la guerra o los actos importantes, confirma que “sus cabellos los llevan atados atrás de la cabeza con un cordón de algodón...” En cuanto a los arcos, señala que “los arcos de los cuales se sirven tienen seis pies de largo. Vale la pena señalar que Labat es el único cronista de Antillas Menores que da una clasificación de los tipos de flechas usados por los caribes, y de la especialización de estas flechas: unas para envenenar, otras para pescar, otras romas para cazar aves sin herirlas y aprovechar el plumaje. Su descripción del uso y fabricación de la macana como arma de guerra es también interesante.
Todavía en 1725, Chanvalon se refería a los caribes como manteniendo, a pesar de su proceso de transculturación que incluyó contactos con africanos escapados manteniendo, repetimos, sus costumbres ancestrales. Dato interesante es que los negros africanos escapados de los buques e integrados a la sociedad caribe, practicaron igual que ellos la deformación craneal artificial, lo que los diferenciaba de esclavos escapados recientemente, y los identificaba como sujetos libres, por que como bien señala Chanvalon, aquella suerte de distinción era símbolo de libertad
La Sociedad Taina
La isla De Santo Domingo Antes De Colon"
Marcio Veloz Maggiolo
Los taínos fueron, parte de un proceso de evolución local de grupos arawacos a partir de las culturas ostionoides. Muy posiblemente la cultura taina surge en la costa sur de la isla de santo Domingo, y rápidamente se extiende hacia el occidente y el oriente de la isla, descendiendo hasta las islas Vírgenes y Puerto Rico, y a la vez llegando al este de Cuba, las islas Bahamas y Jamaica.
Se supone que el desarrollo se inicia a partir de los conocimientos del siglo IX, en la zona de Juandolio, Andrés-Boca Chica y el actual sitio de Los Guayacanes. En Juandolio hay fechas de radiocarbono de 830 después de Cristo, para alfarerías del estilo "chicoide", y existen evidencias de que hacia el siglo X la cultura taina había desarrollado un gran empuje demográfico. Es muy posible que los taínos aprovecharan las más diversas técnicas de grupos anteriores, perfeccionándolas. Sus cultivos en montículos, procedentes de la técnica de grupos anteriores, perfeccionándolas. Sus cultivos en montículos procedentes de la técnica ostionoide, se agrandaron, siendo grandes productores que abandonan en parte el cultivo de roza para el logro de una agricultura mucho más funcional y sedentaria. A la llegada de los españoles el sistema de montones era el cultivo mas avanzado de los grupos taínos, por lo que los españoles lo utilizaron de inmediato como medida productiva.
La agricultura incluía por lo menos tres variedades de maíz, cultivo que introdujeron los ostionoides anteriormente, y el uso de la batata en muy diversas especies, lo mismo que la yautía, el llamado mapuey, el maní, ajíes, yuca, tabaco, lechozas, haciendo uso intensivo de frutos, y de la siembra de frutales como la guanábana, el mamey, la jagua y otros.
Según opinión de Roberto Cassá los taínos crearon un sistema agrícola capaz de generar excedentes productivos. Su desarrollo entró en la etapa cacical, es decir, en el dominio de la sociedad por los liderazgos y jefaturas que emergen dentro del proceso de la red de distribución y de intercambio en las sociedades tribales, las que como sabemos funcionan dentro de sistemas colaborativos. El mismo autor considera que "La agricultura taina, era capaz potencialmente de alimentar a poblaciones densas, en proporción no muy inferior a las de las altas culturas de Meso-América, pero esa productividad no era incentivada a la aplicación por presión demográfica especial, por lo cual subsistieron como actividades marginales la caza, la pesca y la recolección".
Para fines de un resumen que pueda darnos una visión general de la cultura taina, vale la pena señalar algunos puntos claves.
Comenzaríamos por señalar que al momento del contacto con los españoles, en las Antillas se habían desarrollado sistemas de vida basados en una agricultura intensiva que origino una necesaria organización social cimentada en cacicazgos. En Santo Domingo, y Puerto Rico, estos cacicazgos tuvieron su máxima expresión, y mientras en el oriente de Venezuela la forma cacical no llegó a tener vigencia, en las islas alcanzo importante grado de desarrollo.
Ya hemos visto que los habitantes encontrados por Cristóbal Colon en las Antillas hablaban casi todos dialectos procedentes de la lengua arawaca continental, que era común a numerosos grupos venezolanos. En esta lengua la palabra "tai-no", según los cronistas entre los que se incluye al medico de la armada de Colon durante el segundo viaje, quien escuchó esta voz indígena en su paso por la isla de Guadalupe, en donde la palabra arawaca "taí-no", quería decir "bueno".
Cuando el día 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colon toco las Islas Bahamas o Lucayas poniendo pie en lo que luego se llamo "Nuevo Mundo", recorrió la costa oriental de Cuba y toco por vez primera la isla de santo Domingo, hecho que se produjo el 5 de diciembre de 1492. Los habitantes de esta costa norte correspondían a un grupo cultural con jefes tribales llamados "caciques", bajo cuyo mando se unificaban diversos poblados. Estos caciques llegaron a ser no-solo los jefes políticos sino religiosos, dentro de un sistema o modo de vida basado en la agricultura racional intensiva. Como sabemos los primeros agricultores antillanos procedían de la costa oriental de Sudamérica, península de Paria en Venezuela, y otros lugares aledaños, y habían ocupado parte de las Antillas Menores posiblemente a partir del siglo V antes de Cristo. Estos pobladores, con alfarerías coloreadas en rojo y blanco y decoraciones esgrafiadas y de líneas entrecruzadas habían arribado a la isla de Vieques, al este y en ruta al noroeste de la propia isla, hacia el siglo I antes de la era cristiana.
Desarrollos locales y posibles migraciones nuevas acentuaron la demografía en este periodo que culmina en santo Domingo, Puerto Rico y el este de Cuba con un desarrollo local muy influenciado por posibles migraciones procedentes del río Orinoco, que se extenderían por varios siglos, y que están presentes en los testigos de alfarerías del tipo llamado "barrancoide", en la cual predominan modelados, los modelados-incisos, y un dominio total de los ecosistemas, generándose la cerámica que estilísticamente se ha llamado Boca Chica, y que en su fase final esta ligada a la cultura llamada "taina".
Los llamados "taínos" se caracterizaron por su gran sentido de la cultura material y su alto ceremonialismo. Fueron destacados alfareros, tejedores y cesteros de gran experiencia, magníficos talladores de la piedra, la madera, la concha y el hueso, por lo que sus obras de arte son las de mayor expresión en toda el área del Caribe isleño.
La agricultura, la caza, la recolección, fueron actividades primordiales de su patrón de subsistencia. Su gran sentido de la adaptación a los diversos medioambientes fue el producto del aprovechamiento de grupos anteriores y simultáneos, pero además de la red de organización social que desarrollaron, especializando el trabajo en algunos lugares en donde la riqueza ecológica permitía establecer sistemas de captación de recursos naturales abandonando por ejemplo el sistema agrícola, o amainando su funcionamiento. Así, por ejemplo. En el río Soco incrementaron la recolección de mariscos intercambiando los mismos con otras producciones. En la costa norte de la isla, y en sitio de La Unión, Puedo Plata, hubo aldeas de pescadores que servían a una red de intercambio taína, ya que los esqueletos encontrados en los cementerios tienen como ofrenda pesas para redes y caracoles de la especie cittarium pica, llamados vulgarmente 'burgaos".
Las diferentes modalidades de Su producción agrícola incluyen los llamados "montículos" formados con tierra rica en desechos, y en los cuales se aprecia el uso de la basura como una posible forma de abono, pero también se mantuvo vigente en algunos sitios el llamado "cultivo de roza", del que ya hemos hablado, así como los cultivos en huecos de zonas rocosas rellenos de tierra por la acción natural, combinando muchos de estos sistemas, como fuera el de la utilización de las zonas de desbordamientos de los ríos para cultivos ocasionales.
La alta producción taina trajo como consecuencia un desarrollo importante de la vida aldeana, y junto a ésta. Un sistema social más complejo que el de las aldeas simples de las sociedades de selva tropical de Sudamérica. Esta organización estaba dada dentro de una concepción religiosa de tipo animista que los historiadores etnólogos han denominado como"culto a los cemís", puesto que los cemís o cemíes eran representaciones materiales de dioses y a veces estos eran de uso personal. Posiblemente cada grupo tribal tenía sus propios cemís, pero indudablemente, al momento del llamado "Descubrimiento" algunos de estos dioses habían pasado ya a convertirse en deidades de todas las comunidades taínas, tal es el caso del llamado "Trigonolito", o "dios de tres puntas", o "ídolo de tres puntas", representativo del espíritu de la yuca, cuyo nombre indígena era Yocahú, o bien Yucahú-Guamá, o finalmente Yocahú-Bagua-Maorocoti, en donde se contienen importantes significados lingüísticos según José Juan Arromú, quien analizando el último de los términos aplicados al dios de la yuca, y extrayendo algunas observaciones de lokono de las Guayanas, llamado también "arawaco legítimo", considera que Yocahú puede leerse como "Señor de la yuca", por cuanto el sufijo -hu, significaría señor y yoca, una variante de la palabra yuca; la segunda palabra es "bagua", que significa en lengua taína, "mar" y la palabra maorocoti, vendría a significar sin abuelo, sin antecesor masculino, pues en lokono, o arawaco legitimo de la Guayana, ma es un prefijo que significa "ausencia de", y adakutti significa abuelo, de donde orocoti es una transformación de adakutti. Los análisis de Arromú parecen ser correctos. El ídolo de la yuca es realmente una criatura divina que podría presentarse según el análisis lingüístico como "Señor de la yuca y el agua, sin predecesor masculino", lo que coincide perfectamente con las costumbres de herencia matrilineal de muchos de los grupos precolombinos de selva tropical de las mismas Antillas.
Otros cemíes dominaron el panteón taíno, como por ejemplo Opiyelguobirán, ídolo con patas de perro y rostro humano que huye al llegar el español. Muchas de estas representaciones iconográficas han llegado hasta nuestros días.
Los taínos utilizaron el juego de la pelota o batey como un elemento ritual importante. Una bola de resma posiblemente de cupey (Clausea rosea) o de otra materia parecida era rebotada sobre diversas partes del cuerpo, menos con las manos, por jugadores divididos en dos bandos. Existen evidencias del período de contacto que revelan que el juego de la pelota culminaba en apuestas y en intercambio de productos. En Jamaica, el cronista español Diego Méndez, fue "jugado" entre grupos indígenas, aunque finalmente pudo salvar la vida.
Otra importante manifestación taína fue el llamado "areíto". Se trataba de una danza colectiva en la cual participaban, de manera festiva, hombres y mujeres de los diversos grupos tribales, o del grupo familiar. Se bebía, se comía durante largas horas, y el grupo que bailaba no hacia otra cosa que repetir las palabras de un corifeo que narraba los hechos y hazañas del grupo, de algunos integrantes de su propia tradición, lo mismo que conocimientos que de otra manera se perdían, puesto que estos grupos no conocían el signo escrito. Se considera esta expresión, el areíto, como un modo de preservar no sólo la historia oral, sino las tradiciones de las comunidades.
La más importante ceremonia religiosa entre los taínos fue el llamado "rito de la cohoba". La inhalación de polvos alucinógenos hechos con semillas de la planta conocida científicamente como Anadanthera peregrina o Piptadenia peregrina se hacía al través de artefactos especiales para este tipo de ritual. Para aspirar los polvos, en caso de consulta a los dioses, el cacique los absorbía con un tubo muchas veces decorado, y para ello eran colocados sobre la cabeza de un ídolo con una especie de plato en la cabeza donde en un recipiente se habían colocado dichos polvos. Este "ídolo de la cohoba" está representado por muy variadas figuras, y generalmente tiene una altura que oscila entre los 40 y 60 centímetros. La crónica explica que para escoger el árbol con el cual habría de fabricarse un cemí, había que practicarle el ritual de la cohoba, interrogarlo hasta que dicho árbol dijera que sí, que estaba dispuesto a ser convertido en cemí. La cohoba, su uso en consultas de salud, de guerra, de predicciones, y los caciques y los nitaínos, o sea seguidores en rango del cacique, tenían al parecer sus ídolos personales, lo que explica que muchas de éstas tienen diferentes expresiones.
La cohoba o cojoba fue practicada en las Antillas desde la llegada de los primeros arawacos. Era una tradición heredada de la selva tropical en donde aún se realiza el ritual.
Entre los cultivos rituales de los taínos estaba la Piptadenia que producía los polvos para la cohoba, pero además estaba el tabaco. La planta era utilizada fundamentalmente por los curanderos taínos para extraer enfermedades, expulsar espíritus y aún como sahumerio. No era pues muy común que se fumase gratuitamente, aunque la crónica parece revelar que en ocasiones los taínos se reunían para practicar lo que el Padre Las Casas denominaba "sus ahumadas", lo que podría sugerir que había sesiones o reuniones en las cuales el tabaco era fumado independientemente del acto ritual.
Entre los cultivos para la supervivencia el principal fue la yuca, pero también fueron importantes el maíz, la yautía, el mapuey, los lerenes o lirenes, el maní, y frutales como la lechoza o papaya, la piña, el mamey, la guayaba, la guanábana, los anones, los jobos y otros. Igualmente, como hemos visto, la guáyiga, aunque no era un cultivo, puesto que su reproducción era silvestre, constituyó en la zona este de la isla, un renglón alimenticio fundamental integrado por la sociedad taína.
INSTRUMENTOS Y TECNOLOGÍAS
Los taínos usaron de un instrumental simple, pero funcional para el procesamiento de sus productos y para la producción misma. Como pueblo agricultor y recolector desarrolló la modalidad de cultivo de carbohidratos, no basaron su economía en los granos, puesto que sólo el maíz se informa para las Antillas como tal, pero incrementaron el cultivo de raíces de zona tropical, como puede apreciarse en el listado antes redactado.
La yuca, su principal producto agrícola, era procesada para lograr el llamado "casabe", pan
que era el resultado de un proceso tecnológico milenario que parece haber tenido su origen en la costa norte de Colombia antes del 1500 antes de Cristo, cuando grupos indígenas experimentaron por vez primera, en el sitio Rotinet, estudiado por Carlos Angulo, extrayendo el jugo de la yuca amarga y usando sus residuos para calentarlos hasta convertirlos en una sólida torta de variado tamaño. La tecnología incluye el rallado o guayado de la yuca, generalmente de la variedad amarga, que contiene veneno tal como al ácido cianhídrico; luego de este rallado se exprimía en el llamado "cibucán", una manga tejida de fibras de palma dentro de la cual se colocaba la masa para exprimirla hasta quedar casi seca; tras este proceso se procedía a cernir la harina de la yuca en cernidores hechos de fibra vegetal, luego venía la colocación de la masa sobre el burén o budare puesto sobre el fuego, secándose y compactándose la torta llamada casabe. Con el exprimido de la yuca se eliminaban almidones y sustancias tóxicas que acababan desapareciendo en la cocción. El jugo de la yuca, fermentado, era la base de bebidas espiritosas, y al fermentar perdía también su acción tóxica.
En cuanto al otro tipo de alimento que es la guáyiga, estudiado ampliamente en capítulo anterior, resumimos señalando que rallada su raíz, tóxica también, en lajas de coral que hacían las veces de guayos, la masa sufría un proceso de supuesta putrefacción llenándose de larvas que ya en su estado casi de eclosión eran aprovechadas amasando las mismas con la masa de guáyiga, y creando bolos alimenticios ricos en carbohidratos y proteínas.
El montón agrícola fue una de las técnicas más brillantes de los taínos. Aunque fue heredada de grupos anteriores como los ostionoides, la misma fue perfeccionada. Se acumulaban los desperdicios mezclados con tierra suelta, y sobre estos montículos se producía la yuca y parte del maíz. La técnica del montón o montículo agrícola también fue común hacia el siglo IX en Venezuela, el norte de Colombia y las Guayanas.
La recolección de mariscos, frutos, bayas, y productos naturales, fue fundamental entre los taínos. Ellos perfeccionaron la pesca con redes grandes y nasas; usaron de anzuelos de hueso, y establecieron en los caños y desembocaduras bajas el sistema de "corrales de pesca", plantando estos corrales, hechos de varas verticales muy unidas, en los sitios por donde pudo escapar la pesca o por donde buscaría salida una vez cercada. Los corrales son una técnica común entre los actuales warao de Venezuela, en algunos sitios de las desembocaduras del río Orinoco, como el caño Mánamo y otros.
La recolección de mariscos fue fundamental entre los taínos. Así mismo la cacería de iguanas (Cyclura cornuta), la captura de varias especies de roedores llamados hutías o jutías (Isolobodon portorricensis, Plagiodontia aedium, etc.) y también la pesca de altamar como la de tipo costero, fueron renglones importantes.
Entre los instrumentos fundamentales de la cultura taína está la coa o palo plantador, utilizado para perforar la tierra sobre la que se ha de echar el grano. El maíz era sembrado con coa, y el artefacto, usado para la siembra de granos en Mesoamérica, parece haber pasado a las Antillas tardíamente como parte del cultivo de maíz. Las hachas pulimentadas y en forma de pétalos (petaloides) fueron quizás el artefacto de uso común más utilizado. Enmangadas, estas hachas, colocadas perpendicularmente podían ser usadas como coas, y según sus tamaños se usaron como raspadores para cortezas y para desbrozar bosques y conucos. El arco y la flecha se usaron en la cacería, lo mismo que el llamado propulsor o atlatl, nombre último dado a este artefacto por los grupos mejicanos.
La vida cotidiana taína se desarrollaba en tres grandes fases: la fase agrícola, en la que la mujer era fundamental; la fase de caza pesca y recolección, en la que el hombre tenía las grandes responsabilidades, y la fase religiosa o ritual, también manejada por el hombre. El trabajo estaba dividido por sexo y edad, y los niños ayudaban a las mujeres en el trabajo del conuco y los sembradíos, haciendo muchas veces la función de guardianes en los conucos para evitar el ataque a la agricultura de aves negativas para la misma, fundamentalmente en los sembrados de maíz. La casa indígena del período taíno presentaba un mobiliario simple: bancos o asientos de madera, que en el caso de los caciques eran totalmente ceremoniales y decorados primorosamente, hamacas, calabazas colgadas para ser usadas como recipientes de líquidos, fogones cerca de los rincones de la vivienda, una "vajilla" de pocas piezas de barro, algunas bien decoradas y muy representativas de deidades del grupo, así como macutos, canastas, cuerdas, objetos de cestería y otros. La hamaca era el mueble más importante de la vivienda taína, puesto que era cama y asiento a la vez; sobre la misma tanto se podía procrear como descansar en cualquier momento. Como en el caso de los grupos indígenas actuales de la selva tropical, los perros fueron importantes como compañeros de la comunidad taína.
Desde el punto de vista del transporte, los ríos y los ámbitos marinos navegables en las zonas costeras, fueron elementos de contacto, usándose para ello la canoa. Hecha generalmente de un solo tronco, la canoa podía tener diversos tamaños, y las hubo que transportaban hasta cien personas. Los anzuelos y redes y las lanzas de madera endurecidas al fuego para figar peces fueron, además de la nasa, instrumentos también de pesca. El llamado "arte taíno" tiene así su explicación en los modos de vida de los grupos precolombinos. Tanto en los aspectos básicos de subsistencia, como en los elementos dedicados al ritual, los taínos usaron de la decoración y la secuencia de motivos tradicionales en su arte, como distintivo de una tradición que se revela en el estilo que I. Rouse denominó como "Boca Chica", con sus características "chicoides".
LOS OBJETOS CONSIDERADOS ARTÍSTICOS
Se puede asegurar que no hay grandes divisiones entre objetos artísticos y objetos cotidianos. Muchas de las vasijas de uso común entre los taínos eran ricamente decoradas. Algunas piezas de madera también; cuencos, tinajas o recipientes para líquidos fueron primorosamente ejecutados por las alfareras de este período histórico. Los taínos usaron diversas formas de vasijas y recipientes. Entre las más importantes están las vasijas llamadas "potizas", pobre corrupción idiomática de la palabra española "botija". Estas potizas, muy comunes a las zonas del este del país, y especialmente en los lugares cársticos, con agua dentro de abrigos rocosos, eran de uso cotidiano, y se utilizaban no sólo para cargar agua sino para obtenerla haciendo descender la potiza, con una soga atada al estrecho cuello, en las cavernas con aguas profundas y limpias.
Los vasos efigies, hechos en cerámica y madera, eran representaciones animistas o cemíes. Sus diversas formas y expresiones sugieren siempre la representación de dioses o seres, tal es el caso de un ídolo de espaldas abultadas que encarna la figura del mitológico Deminán Caracaracol, relacionado con las leyendas taínas. Cuencos decorados, platos, bandejas y ollas para uso tienen también intensa decoración basada, principalmente, en el modelado y las incisiones. Algunos objetos de este tipo presentan asas huecas con semillas o piedrecillas que se utilizaban a manera de sonajeras o maracas.
Los amuletos y cuentas de collar constituyen piezas hoy características de la cultura taína. Se trata de figuras labradas en diversos tipos de roca utilizadas como fetiches y suertes contra elementos malignos de la naturaleza. Son, realmente, importantes representaciones de manifestaciones del llamado ritual de la cohoba, en la mayoría de las ocasiones, aunque existen excepciones. Hay por lo menos cuatro tipos que suelen considerarse permanentes.
Entre los taínos la decoración corporal fue importante. Colón, en su diario del primer viaje, señala con precisión el colorido corporal de los habitantes isleños. Los taínos usaron sellos o pintaderas, formados de cerámica en forma de pequeño disco, decorado por su base que colocado sobre bija u otro colorante, dejaba una impronta en el tejido o en el cuerpo. La decoración corporal se hacía, igualmente, con zumos de algunas frutas, como era el caso de la jagua (Genipa americana), cuyo jugo, aún tierna la fruta, proveía una tinta negra de magnífica factura.
El dujo, o asiento ceremonial, tuvo entre los taínos expresiones de gran arte. Generalmente hecho en madera o piedra, fue decorado con incisiones laberínticas a base de cinceles y artefactos finos hechos en piedra. Este banquillo de cacique, sigue siendo usual entre numerosos grupos indígenas sudamericanos de Venezuela y Colombia. Los llamados "ídolos de la cohoba", también logrados en madera o piedra, son una excelente muestra del dominio que tuvo el taíno de la escultura. Sobre estos ídolos se colocaba el plato contentivo de los polvos alucinógenos que inhalaban los caciques en el ritual de la cohoba. Algunos de estos ídolos tienen ya incorporado en su parte superior el plato para dichos polvos.
El trabajo en madera no sólo se redujo a ídolos y vasijas, también fueron importantes los bastones sonajeros, piezas con forma de lengüeta de hasta 5 centímetros, rematadas en su cabeza con sonajas de madera talladas sobre la misma pieza. Elementos de gran importancia escultural fueron las tallas en hueso y madera de las llamadas "espátulas vómicas o vomitivas". Estas piezas, utilizadas en el ritual de la cohoba para producir vómitos antes del "contacto" con los dioses, eran introducidas por el oficiante hasta la epiglotis, induciendo la limpieza del estómago. Son representativas de diversos elementos animistas. Algunas rematan en formas animales, otras son representaciones típicamente humanas.
Las manos de mortero, o majadores del período taíno, son también una expresión insólita del dominio del arte lapidario. Estas manos de mortero, usadas para preparar los polvos de la cohoba, son en verdad representaciones importantes de fuerzas de la naturaleza. Aunque se han podido establecer algunas relaciones entre las figuras representadas y las crónicas de Fray Román Pané (cronista del siglo XV), la mayoría de estas representaciones están siendo estudiadas para su identificación. Los collares, pasadores para orejas, bodoques labiales, y otras piezas para decoración corporal, fueron logrados a base del uso de arena fina y cabuya combinados. La cabuya (Agave sisalana) se usó mediante frotamiento del hilo tenso, para pequeños cortes y trabajo de perfeccionamiento en miniaturas.
Las hachas ceremoniales de la cultura taína están logradas, también, en rocas volcánicas o sedimentarias. Son importantes las llamadas hachas monolíticas, exacta representación de un hacha petaloide enmangada en madera. Algunas de estas hachas monolíticas recuerdan piezas de la misma forma comunes a la cultura tairona de Colombia, siglo IX después de Cristo. El hacha petaloide fue también decorada con figuras fundamentalmente antropomorfas mientras que la monolítica presenta figuras zoomorfas.
El ídolo de tres puntas, o trigonolito, fue, como se ha dicho, la representación del dios de la yuca. Se puede considerar que la escultura en piedra o talla alcanzó en estas piezas comunes a Santo Domingo, Puerto Rico y las Antillas Menores, su máxima expresión. Los trigonolitos eran utilizados como ofrendas en los conucos y plantaciones así como en algunas tumbas. Son numerosas sus representaciones que se mantienen siempre dentro de sus características tres puntas. Es de suponer que cada grupo ciánico o tribal dio a la forma sus propios contenidos anímicos, por eso su riqueza decorativa es casi única. Otra pieza importante por su característica forma y decoración es el llamado aro lítico, relacionable, al parecer, con el juego de la pelota o batey. Estos aros, lo mismo que los codos de piedra son muy decorados en la isla de Puerto Rico, y presentan menor decoración en la de Santo Domingo. Fragmentos de estos aros han sido detectados en plazas de pelota de la región este de la isla de Santo Domingo por arqueólogos del Museo del Hombre Dominicano.
EL ARTE PARIETAL
Los aborígenes del período llamado "taíno" utilizaron las cavernas y abrigos rocosos como centros ceremoniales de importancia. Numerosas cuevas y abrigos de la República Dominicana, Haití, Cuba y Puerto Rico, presentan escenas de vida cotidiana y cuadros de la actividad ritual aborigen. Los petroglifos son, en la mayoría de las ocasiones, representaciones de tipo ritual que se presentan numerosas veces en las entradas de los abrigos rocosos y de las cavernas. También han sido detectados en rocas que sobresalen desde los cursos de agua, como es el caso de Chacuey y Yuboa, en la República Dominicana. Las representaciones son en su mayoría antropomorfas. Las pictografías, son más decidoras y menos esquemáticas que los petroglifos. Logradas con ocres y óxidos metálicos, son comunes hacia el interior de las cavernas. Son más escenográficas que los petroglifos, quizás por la facilidad con que el hombre puede usar la pintura a diferencia del uso del cincel. En las Cuevas de las Maravillas, provincia de San Pedro de Macorís, las pictografías representan escenas rituales y de vida cotidiana. En las Cuevas de Borbón, provincia de San Cristóbal, República Dominicana, al igual que en las Cuevas de la Bahía de San Lorenzo, provincia de Samaná, son comunes las escenas de caza, pesca, y ritos, así como la representación de la fauna marítima y terrestre del lugar.
LOS RITOS FUNERARIOS
Los taínos consideraban la muerte como un paso hacia otras formas espirituales. De ahí que sus enterramientos se realizasen principalmente en cementerios o lugares escogidos para esta actividad. No fue esta la única y sola forma de enterramiento, ya que, al parecer, al común enterramiento en forma acuclillada, precedieron diversas tendencias. El enterramiento en cuclillas o en posición fetal era el más común entre los grupos taínos. El hombre era enterrado con parte de sus pertenencias. Los niños, generalmente, llevaban una mayor cantidad de ofrendas. Objetos de uso personal como ollas, vasijas, amuletos, así como alimento, se depositaban junto al cadáver. Los caciques eran generalmente enterrados con una o varias esposas. A esta modalidad de enterramientos, que fue común entre los chibchas y los taironas colombianos, los taínos llamaban "Athebeanenequen". Existió la cremación del cadáver. Fue común, igualmente, el enterramiento secundario, ritual mediante el cual el cadáver era despojado, tiempo después de algunos huesos que eran depositados en otro lugar. La desecación por fuego fue también utilizada. La cremación de huesos y los enterramientos colectivos de tipo secundario también parecen haber sido comunes entre otros grupos. La arqueología ha demostrado que aunque la modalidad acuclillada fue común, no fue la única conocida y usada por los taínos.
DIVISIÓN REGIONAL Y DEMOGRÁFICA. ASPECTOS SOCIALES
Aunque tradicionalmente se han aceptado como cinco los cacicazgos de la isla de Santo Domingo, lo cierto es que la crónica, diversas investigaciones hechas por autores dominicanos, y hallazgos arqueológicos, revelan que existían numerosos caciques, aunque en algunos momentos estos se aunasen en torno a un cacique principal, esto casi siempre de manera eventual y no definitiva. Las crónicas de repartición de encomiendas, del siglo XVI, revelan que los caciques, eran, realmente, jefes ciánicos, representantes de linajes. La división regional, era, por tanto, una división de actividades tribales establecida por el modus operandi de la cultura y por acuerdos intertribales. Aunque algunos autores como Ángel Rosemblat consideran que sólo había en la isla de Santo Domingo 125.000 habitantes al momento de la conquista, las investigaciones arqueológicas del Museo del Hombre Dominicano revelan unos 500 yacimientos para el período taíno. Si se asignan 500 personas por yacimiento, en el momento de la conquista, la población no podía ser inferior al cuarto de millón, y posiblemente podría ser -ya que existen sitios desconocidos- de aproximadamente 400,000 personas.
La sociedad taína se conformó en torno al cacicazgo y usó como método de trabajo la actividad colectiva. No existía la propiedad privada de la tierra, ni de los instrumentos de trabajo. La distribución de la producción estaba supeditada al dominio cacical, y el cacique estaba autorizado a separar un sobrante ritual para fiestas, actividades y actos de la comunidad. La división del trabajo entre los taínos se basó en el criterio de sexo y edad. La mujer hacía las funciones de alfarera y cestera, el hombre cazaba, pescaba y recolectaba, si era necesario iba a la guerra, y ayudaba a la mujer en el inicio de la quema y tala del bosque, así como en las faenas agrícolas más duras. Los niños cuidaban del sembradío y aprendían las actividades masculinas.
Los estudios arqueológicos han demostrado que los taínos no vivieron solos en las islas. Su cultura fue el resultado de una evolución local con influencias venezolanas y posiblemente de las Guayanas. Otros grupos, los llamados macorixes, compartieron con los taínos parte de la isla de Santo Domingo. Las cerámicas de los macorijes, corresponden a una tradición de alfareros cuyo hábitat inicial fueron las arenas limosas de los ríos. Taínos y marcorijes se ubican, simultáneamente, entre los siglos IX y XVI después de Cristo. Los estudios arqueológicos revelan que los llamados sub-taínos de Cuba, fueron, en verdad, una mezcla entre taínos y macorijes. Dicha mezcla pareció sin darse en la isla de Santo Domingo, y en la costa norte de Haití, extendiéndose por las Bahamas y Cuba, en donde es posible establecer cerámicas que presentan, unidos, aspectos relevantes de las expresiones taínas y macorijes. Así como las cerámicas taínas se relacionan con el estilo Boca Chica, las macorijes se relacionarían con el estilo denominado Meillac, oriundo del valle del Cibao, en la República Dominicana.
Para una definición de la Cultura Taína
Ha sido una costumbre entre los historiadores y algunos arqueólogos llamar "cultura taína" al producto material y superestructural de las sociedades aborígenes que habitaron parte de Puerto Rico, Cuba y la isla de Santo Domingo. Así los llamados "taínos" han sido considerados como un grupo homogéneo, con pocas diferencias, portador de una expresión artística con relativo alto grado de desarrollo.
La palabra "tayno", cuyo contenido según Mártir y el propio Álvarez Chanca, significó "noble" "bueno", fue escuchada en la costa norte de la isla de Santo Domingo, antes, y en las Antillas Menores y era posiblemente parte del lenguaje arawak de grupos indígenas que estarían bajo el mando del cacique Guacanagarix. El propio Fray Román Pané, al relatar sus experiencias en el Macorix de Abajo -hoy parte noroeste de la República Dominicana en colindancia con la República de Haití- aporta un dato de gran interés cuando señala que había aprendido la lengua de los macorijes, antes de aprender la del valle del Cibao, tierra del cacique de Maguá, conocido como Guarionex.
La isla de Santo Domingo estaba habitada por varias culturas. Los taínos han sido identificados
-y en este aspecto la bibliografía es bastante amplia- con grupos indígenas relacionables con la cerámica Boca Chica, ubicada por Irving Rouse en el sitio Carrier, de Haití, pero también en toda la costa sureste de la isla de Santo Domingo, en la occidental de Puerto Rico y en la oriental de Cuba. Sin lugar a dudas, los historiadores han confundido muchas veces el término "taíno", aplicándolo a todas las manifestaciones culturales antillanas. Un ejemplo típico es el que citamos: "La cultura taína, objeto del presente ensayo, comprendía la gran mayoría de pobladores aborígenes de las Antillas en el período histórico anterior a la llegada de los europeos". Esta frase, del investigador Roberto Cassá, la cultura taína hacia todo el arco antillano, aunque luego vuelve sobre sus pasos, para señalar con bastante incertidumbre, que ocupaban la totalidad de Puerto Rico, la isla de Cuba a excepción de su extremo occidental, la isla de Jamaica y las Bahamas. Señala que en la Española, además de taínos, había los Ciguayos y macorijes.
La información arqueológica obtenida hasta el momento señala que la cultura taína, si se entiende por taíno todo lo que representa la expresión chicoide, no fue total ni en Jamaica, ni en Cuba, tampoco en Puerto Rico, en donde es evidente un predominio del taíno hacia el occidente y las zonas cordilleranas centrales. No hubo, pues, un solo momento en el cual la cultura taína dominara todas las Antillas. Se puede decir que los taínos ocuparon y desarrollaron grandes parcelas culturales, y que, por lo tanto, compartieron las islas, como veremos, con grupos de diferentes modos de vida.
La idea de la cultura taína dominando todo el arco antillano, o el grupo de Antillas Mayores nos parece errática. Los taínos fueron, eso sí, los que con mayor éxito, conjugaron experiencias y formas culturales muchas veces no generadas por ellos.
Para hacer un repaso del concepto de "lo taíno", tendría que intentar un notable recuento bibliográfico que no es posible desarrollar en este corto capítulo. Sin embargo, fue Sven Loven, quien, con su Origins of the Tainin jan Culture, West Indies, difundió la concepción de lo taíno como un todo arqueológico que tuvo gran culminación en la isla de Santo Domingo, pero que abarcó gran parte del archipiélago mayor.
Las investigaciones de campo revelan:
1ro. Que la cultura relacionable con las expresiones arqueológicas que Rouse ha denominado como "chicoides" no es del todo homogénea.
2do. Que los sitios "mellacoides", cuya primera aproximación la llevó a cabo 1. Rouse en 1939, abundaban notablemente en todo el norte del valle del Cibao, y en Haití, Bahamas, Jamaica y parte de Cuba, lo que quiere decir que expresiones "no chicoides" fueron muy importantes en la prehistoria de las Antillas Mayores.
3ro. Que la cultura ostionoide alcanzó en algunos sitios de la República Dominicana, como es el caso de Juan Pedro, en la costa este, y varios sitios de Puerto Rico, una convivencia con gentes de la cultura taína o "chicoide".
4to. Que los hallazgos aislados de piezas arqueológicas de carácter lítico, óseo, o de otro tipo de material, cuando han alcanzado grados estéticos importantes, han sido etiquetados como formando parte de la cultura taína, sin que hasta el momento exista prueba de ello. Esto se aplica a la mayoría de las colecciones privadas que a partir del siglo XIX fueron concentradas en las Antillas Mayores.
A no ser por la cerámica chicoide, y ciertas expresiones como las piezas de tres puntas finalmente decoradas, muchas de las obras del llamado taíno pueden ser realmente confundidas con obras de otros grupos. Nosotros, por ejemplo, consideramos como expresiones comunes a varios grupos no taínos, muertos amuletos, cuentas, colgantes diversos, vasos libatorios y espátulas, que son atribuidos a la cultura taína. Un análisis etnológico o paleoetnológico de las culturas arawacas venezolanas y luego antillano menores, revelan que el dujo, por ejemplo, banquillo de cacique, era común entre los aborígenes venezolanos y de la isla de Trinidad, lo mismo
que en numerosos pueblos amazónicos. Carlos Angulo Valdés y quien firma este trabajo reportaron un ídolo de tres puntas, de barro (trigonoceramo) en la fase Malambo de Colombia hacia el siglo IV antes de Cristo. En Guadalupe los ídolos de tres puntas, según Clerc, se presentan antes del siglo III de nuestra era y en Puerto Rico están presentes en los sitios tempranos de Sorcé, y Tecla, trabajados por el arqueólogo dominicano Luis Chanlatte. Numerosas cuentas de barro, piedra y piezas de oro mejor logradas que las taínas, han sido informadas para el siglo IV en Puerto Rico, por Chanlatte. El uso del cibucán, el burén, los polvos alucinógenos, son, en verdad, una respuesta histórica Orinoco-amazónica al problema tribal, que pasa a las Antillas con los primeros pobladores insulares de cerámicas comparables a ciertas fases de Barranca o Saladero. La posición acuclillada de los ídolos taínos, es la misma de los ídolos venezolanos y colombianos del área del Caribe, y es similar, luego, a las formas acuclilladas encontrables en las culturas mellacoides publicadas recientemente por nosotros. Visto así, en términos muy globales el problema, estamos convencidos de que es la cerámica del tipo Boca Chica la que ha tipificado los yacimientos que se consideran taínos. Esto es importante, porque algunos investigadores han llegado a la conclusión de que taíno significa homogeneidad, como antes señalé, similitud cultural, nivel similar de desarrollo socioeconómico, dominio igual del medio, y manejo idéntico de las fuerzas productivas y de los medios de producción. La cultura taína, sería así un compacto modelo económico, en la cima de una pirámide social con grupos menos desarrollados debajo, como serían, por ejemplo, los llamados sub-taínos, cuya cerámica, ahora, revela profunda relación con el área de los llamados macorijes, tal y como lo hemos demostrado en nuestro libro Los Modos de Vida Mellacoides.
Junto a la cerámica del tipo Boca Chica se han encontrado notables piezas ornamentales. Es en esta fase de ocupación dentro de la cual se revela por vez primera una tendencia al modelado con decoraciones incisas del tipo laberíntico, que aparece no con tanta frecuencia en las cerámicas saladoides insulares más tempranas, pero bajo el sistema de pintura bicolor y a veces policroma. Otros elementos que distinguen ciertas expresiones de las fases de ocupación con cerámica Boca Chica son las plazas de pelota, que si para muchos fueron típicas de la cultura taína, son hoy una muestra arqueológica común a fases ostionoides en Puerto Rico, como acontece con las plazas del Barrio Las Flores, en el área sur de la isla, y con el complejo de plazas de Villa de Taní. Con esto quiero decir que al parecer las plazas de pelota son más antiguas que la cultura taína, y que los chicoides no hicieron otra cosa que recoger una tradición que ya hacia el siglo IX fue común a pueblos centroamericanos, como acontece con algunos hallazgos localizables en Costa Rica. Otro elemento que se consideró como muy típico de la cultura taína fue el montículo agrícola. Las crónicas fueron bastante amplias en lo relativo a su descripción: el padre Las Casas -sin hacer diferencias étnicas y englobando sin dudas el todo cultural de la isla Española en su momento- destacó la importancia del montículo agrícola. Sin embargo, arqueológicamente el montículo agrícola no es el producto final de un sistema de cultivo típicamente taíno. En Puerto Rico, y cerca de la actual ciudad de Ponce, está el sitio de Collores, con montículos agrícolas relacionables con grupos ostionoides, y acontece que en El Carril, noroeste de la República Dominicana, lo mismo que en el sitio de la costa norte denominado El Choco el uso del montículo agrícola por los grupos mellacoides fue bastante común al parecer a partir del año 930. Los montículos de Collores se ubican en el siglo IX.
Toda esta información apretada y simple nos lleva hacia una versión diferente del concepto de taíno. Al parecer estamos frente a grupos con una cerámica modelado-incisa que desarrollaron grandemente sus mecanismos de adaptación a partir del siglo XIII de nuestra era. Hay momentos de la prehistoria antillana mayor en los cuales mellacoides y taínos están a un mismo nivel productivo. Se puede afirmar también que no fueron todos los grupos con cerámicas chicoides los que arribaron a un dominio total del medio, y que en muchas ocasiones la arqueología ha demostrado retrocesos enormes, pasos hacia atrás, en sociedades que están representadas por este tipo de cerámica.
La arqueología de la República Dominicana revela que entre los aborígenes prehistóricos que conocieron la agricultura y los grupos selváticos y costeros de Sudamérica, se mantuvieron profundas similitudes culturales. El cultivo de roza, por ejemplo, basado en la quema y tala del bosque, aparece no sólo entre los grupos saladoides costeros de Venezuela, sino que permanece hasta el momento mismo de la conquista en grandes áreas de las Antillas, lo mismo que en las áreas de las grandes cuencas Orinoco-amazónicas. Quiere esto decir que el cultivo de roza fue un sistema productivo que no fue sustituido en algunos lugares, por ejemplo, por el montículo. En otras zonas del país -y me refiero a la isla de Santo Domingo porque allí he hecho estudios amplios de estos procesos-, se revelaron patrones de asentamientos humanos cercanos a zonas de manglares, en los cuales se abandonó lentamente la producción agrícola hasta un mínimo, incrementándose más y más la pesca y la recolección. Hay dos sitios chicoides que son típicamente clásicos del proceso que señalo: El Soco y Punta de Garza. Uno en la desembocadura del río Soco, y el otro en la desembocadura del río Higuamo. Ambos sitios tienen cerámica típicamente chicoide; habría que incluirlos, por su modelo cerámico, dentro de la cultura taína. Pero no tienen estos pobladores un desarrollo totalmente basado en la agricultura, sino que han pasado hacia el sistema recolector, debilitándose el proceso agrícola. La explicación de este proceso está, sin dudas, en la riqueza medioambiental. El Soco es parte de un complejo ecológico en el cual el manglar dominaba; lo mismo acontecía en Punta de Garza.
Ambos sitios -y principalmente El Soco- se ubican dentro de un ecosistema de sabana, con suelos pobres en nutrientes, lluvia oscilante entre los 1.300 y 1.000 milímetros al año, y pocos recursos de recolección vegetal. El manglar rico en fauna, sostiene el proceso económico. Siendo dos sitios chicoides tienen diferencias profundas en cuanto a la cerámica. El Soco es rico en formas, modelados, y su variedad de representaciones animales y humanas contrasta con la monorrítmica expresión del sitio Punta de Garza, con inicios hacia el siglo IX, lo mismo que El Soco. Punta de Garza presenta una interesante gama de rostros y faces simiescas, una ausencia de complicación en las formas de vasijas y modelados y una clara tendencia a decorar con la incisión sin combinarla mucho con los modelados. Evidentemente Punta Garza es un sitio chicoide de pobre expresión estética; El Soco mantiene sus formas y expresiones superestructurales en una cerámica rica en modelos y modelados. Ninguno de los dos sitios es lugar de gran desarrollo agrícola. Los habitantes de El Soco provienen, al parecer, del este de la isla de Santo Domingo, y tienen alguna relación con el sitio de El Atajadizo, algo más temprano, muy vecino de la isla de Puerto Rico, y la isla Mona, en donde han sido encontradas cerámicas chicoides relacionables con Atajadizo y el propio Soco. Estas disidencias entre expresiones ceramistas del mismo estilo, son reveladoras de que aún la permanencia de cierto sistema de creencias y modelos superestructurales muchas veces está distorsionada o alejada de la base económica, y que en ocasiones la base económica ha cambiado, pero las ideas, las ideologías y formas expresivas de ésta, permanecen mucho tiempo. Para nosotros, el caso de los sitios chicoides señalados, revela, además, que no todos los tamos realizaron el mismo tipo de actividad económica, ni usaron los mismos patrones de asentamiento. Lograron, eso sí, un dominio formal de la técnica de la cerámica, el trabajo en madera, el trabajo en hueso, y en sus momentos de mayor esplendor y desarrollo, los grupos más avanzados de la serie chicoide crearon importantes obras de arte. No quiere decir, es claro, que toda la cultura con cerámica del tipo chicoide alcanzara el mismo grado de desarrollo.
Es importante señalar que a partir del siglo IX de nuestra era, y ya hacia el año 830 u 840, cerámicas mellacoides habían aparecido en la zona central del Cibao, como lo hemos informado en nuestro libro citado. El modelo mellacoide del valle del Cibao es el único modelo que no fue practicado por el poblador chicoide. Los sitios de Cutupú, Río Verde, Amina, y otros de la ribera septentrional del río Yaque del Norte, utilizaron el sistema de várzea para el logro de su agricultura. En algunos lugares de la costa norte, como Buen Hombre, por ejemplo, el manglar fue explotado, pero nunca fue la primordial fuente de recursos. Siempre, entre los mellacoides, la recolección pareció ser una fuente complementaria de la agricultura. El desbordamiento de los ríos y su posterior descenso fue aprovechado para sembrar en los depósitos aluviales, como se demuestra en Cutupú. Pero hubo además entre los mellacoides, sistemas explotativos basados en el montículo, como ya lo hemos señalado. La cerámica mellacoide, una vez analizada, nos revela una gran cantidad de formas y modelos decorativos; aunque no es más artística que la taína o chicoide, es más complicada en su sistema de combinaciones y secuencias; los aplicados son permanentes, las formas pequeñas y finas revelan un alfarero muy especializado en contraste con las cerámicas de paredes gruesas de la mayoría de los sitios chicoides.
Hasta qué punto la parte culminante de las culturas taínas que llegaron a un clímax son un formidable resumen de las experiencias generales de todos los grupos antillanos, sería un caso de interesante estudio. No olvidemos que grandes civilizaciones como la incaica, deben mucho a las culturas predecesoras, como la Nazca, la Chimú, la Chavín. Estos casos son comunes en la historia universal. Los grupos mejor organizados socialmente, caso de la parte culminante de la expresión taína, dominan mejor los hallazgos de culturas simultáneas o anteriores.
Posiblemente los taínos no son la excepción. Todos los recursos que ellos maximizaron, fueron antes usados por otros grupos.
Sus dioses fueron antes dioses antillanos menores; sus sistemas de cultivo (montículo, roza) con todas las combinaciones, parecen haber estado presente en las Antillas antes, o quizás introducidos por otros grupos como los ostionoides en el caso del montículo. Camellones, comunes en la zona sabanera de Venezuela, aparecen ya con expresiones mellacoides en el sitio La Cacique, hacia el 1000 de nuestra era; las plazas de Utuado, Puerto Rico, fueron precedidas por las de Las Flores, Villa de Taní y otros lugares. Poblados circulares, con camellones y plaza central han sido detectados en relación con cerámica ostionoide a partir del 980 en Juan Pedro, provincia de San Pedro de Macorís.
Los lugares de Sorcé y Tecla, en Puerto Rico, son ricos en expresión lapidaria y en el dominio de la talla pétrea.
Podría seguir enumerando importantes hallazgos que ahora, no es funcional enumerar. Lo que deseo dejar sentado es el criterio de que la cultura taína no fue un todo carismático y homogéneo, sino un conjunto de expresiones que en momentos cronológicos tuvo grandes síntesis. Los coleccionistas, los arqueólogos, ciertos aficionados, nos dejamos a veces llevar por la tentación del ídolo bien labrado o del objeto finamente ornamentado. Sin embargo olvidamos elementos básicos como serían la composición social, y las formas y modos de vida, que definen precisamente el desarrollo social de un grupo humano. El descubrimiento de los macorijes como grupo con expresión mellacoide, nos pone en camino de estudiar una nueva modalidad cultural más profundamente. Los sitios resumidos por nosotros parecen revelar que también los mellacoides habían arribado a la forma cacical de gobierno, y que tal era esa realidad que en los "repartimientos", macorijes y taínos fueron repartidos igualmente, siguiendo la filiación tribal, lo que indica que no había diferencia en la organización social y que el cacicazgo era una forma aceptada por la organización social de taínos y macorijes.
Las culturas antillanas mayores, presentan importantes momentos de hibridación cultural y social. La influencia de la costa norte dominicana en Las Bahamas parece ser evidente. La mezcla de elementos chicoides (taínos) y mellacoides (macorijes) en el oriente de Cuba, inquieta y parece ser evidente. Lo mismo puede decirse de algunos sitios dominicanos. Al revés de estos contactos sería posible abrir camino a la interpretación arqueológica. La ausencia del ídolo de tres puntas en los sitios dominados por la cerámica mellacoide es básica para entender que son grupos culturalmente diferentes. La ubicación de los grupos mellacoides al norte del río Yaque del Norte; la secuencia de fechas que va desde el 830-40 al 1470, son elementos reveladores de que no hubo en muchos siglos una verdadera mezcla cultural en la isla de Santo Domingo, y de que sólo hacia el occidente de la misma (Cuba, Jamaica, Bahamas), se concretó un proceso de hibridación cultural que muchos han denominado como sub-taíno, y que no sería otra cosa que la presencia de modelos nuevos en relación con acuerdos étnicos entre grupos de lengua y filiación cultural diferentes.
La ausencia del ídolo de tres puntas en Cuba y Jamaica, o su escasez, son importantes elementos que revelan el predominio de superestructuras diferentes en los grupos cubanos y jamaicanos. El mantenimiento de las formas ostionoides comunes al mellacoide del valle del Cibao, en Cuba y Jamaica, y la presencia de cerámicas tan comunes a la serie chicoide en Banes, por ejemplo, revelan que pudo haber contactos, y que posiblemente a diferencia de lo que aconteció en la isla de Santo Domingo, taínos y macorijes terminaron mezclándose culturalmente, en una acción que había sido sólo detectada en un sitio arqueológico, El Pleicito, en la provincia de Azua, en donde la fecha de radiocarbono señala una relación aislada hacia el 1200 de nuestra era pero también en sitios tardíos del occidente de Haití.
Es hora de aislar los elementos definitorios de numerosos grupos antillanos, tanto en las islas más pequeñas como en las mayores. Este resumen ha querido colocar en las mentes de tantos investigadores, las inquietudes que me surgen como investigador cada vez que alguien me habla o me pide hablar sobre la cultura de los taínos.
Los taínos pensaban que al morirse emprenderían un largo viaje, para reunirse en un valle con sus antepasados. Eran enterrados con alimentos y bebidas “que consumirían durante el trayecto”; y con artefactos que pensaban utilizar en su vida en el más allá.
Los taínos creían en dioses y espíritus protectores que llamaban cemíes, los que representaban en forma de figuras hechas de madera, barro, hueso, concha, raíces tuberosas, piedra y tejidos.
Las piedras de tres puntas talladas que representaban a cemíes, eran denominadas trigonolitos. Se les enterraba en los sembrados “para la obtención de buenas cosechas”, “para que la lluvia y el sol aparecieran cuando mejor conviniera a la agricultura”, y “para que las mujeres parieran sin dolor”.
En las ceremonias religiosas y fiestas los caciques se sentaban en asientos de madera o de piedra llamados dúhos.
La principal ceremonia religiosa era el rito de la cohoba. El cacique, mediante inhaladores, absorbía por la nariz un polvo alucinógeno, con el fin de “establecer comunicaciones con los cemíes”.
La sustancia empleada era extraída de las semillas de la planta acacia niopo, también conocida con el nombre de cohoba. Algunos autores afirman que para los mismos fines se usaba tabaco mezclado con distintas plantas alucinógenas.
Los primeros indios que poblaron la isla, celebraban ceremonias religiosas en cuevas. En sus rocas pintaban imágenes relativas a sus ritos y a diversos animales
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Una gran parte de los conocimientos sobre las creencias religiosas de los aborígenes de La Española proviene de Fray Ramón Pané, un monje catalán de la Orden de los Jerónimos, quien vivió entre ellos en los años 1494-1498, y escribió una obra titulada Relación acerca de las antigüedades de los indios.
Alianza
Para garantizar operaciones de intercambio y para crear condiciones para el establecimiento de vínculos de dominación colonial, Colon se dedico a entablar amistad con los jefes indígenas (caciques) que encontraba a lo largo de su trayecto.Un factor importante que encontraron los españoles a su favor fue la organización política que se había operado en la isla al momento de ellos llegar, es decir, la división de cinco grandes cacicazgos y el haber llegado por el cacicazgo que aparentemente confrontaba problemas con los demás, o sea, el de Marien.
Particularmente se dio cuenta de que el cacique Guacanagarix era el mas importante de cuanto hasta entonces había encontrado, por lo que concibió la idea de dejar un reducto fortificado con una decenas de españoles que garantizaran la propiedad eminente de la Corona de Castilla sobre las islas descubiertas.
El cacique Guacanagarix acepto la alianza con los recién llegados españoles a causa de contradicciones que tenia con otros caciques cercanos, principalmente con Caonabo, las cuales habían dado lugar a pequeñas guerras que habían culminado con el asalto de su aldea.
En otras palabras, la alianza con Colon fue un acto inocente, como podía concebirse cualquier alianza tribal en los marcos de la sociedad taina, sin imaginarse las terroríficas consecuencia que traería la presencia de los españoles.
La alianza entre Guacanagarix y Colon, no obstante, a quien mas convino fue a Colon, ya que a través de ella obtuvo informaciones que quería en torno a la Española.
El Fuerte Navidad
Por el descuido de la tripulación, la nave capitana, o sea, La Santa María encallo a pesar de las rápidas maniobras del Almirante, por lo que este instruyo a sus hombres, que recibieron la ayuda de los indígenas de Guacanagarix, para que con los restos del barco encallado se construyera un fuerte.Este fuerte se hizo de madera y piedra sólidamente trabadas y se encontraba entre la desembocadura del rio Guarico y la Punta de Picolet.
El nombre de la Navidad le vino por haber escapado Colon del naufragio el día de pascua. Luego de haber sido construida la fortaleza, el Almirante decidió retornar a España, dejando en el lugar a mas de 30 hombres armados con provisiones suficientes para que lo esperaran.
Asimismo, Colon marcho en la carabela La Niña con el oro que había adquirido para dar a los Reyes Católicos una muestra del triunfo obtenido, al encontrar, según su apreciación, otra ruta para llegar a las Indias
Antes de partir, este dio instrucciones precisas a los que quedaron en el lugar a fin de que a su regreso hubiesen iniciado el proceso de colonización.
Fueron las siguientes:
- Mantenerse unidos en torno al mandato de Diego de Arana.
- Respetar a Guacanagarix y demás caciques indios localizados en las cercanías del fuerte.
- No rescatar indígenas por la fuerza.
- Los españoles no deberían dirigirse hacia el interior de la isla.
- No esperarlo para ubicar las tierras eurificas que los indios describían.
Pero, no bien se hubo marchado Colon, los españoles del fuerte de la Navidad perdieron la disciplina y se dividieron por motivos de ambiciones rivales.
En forma desordenada empezaron a apoderarse de los pocos bienes que estimaban útiles de los pobladores tainos, así como de mujeres, y a cometer todo tipo de abusos amparados en su superioridad bélica.
Un grupo de ellos decidió abandonar el fuerte y marchar a la zona donde se decía estaban los mejores yacimientos de oro, los montes del Cibao, siendo aniquilados por las fuerzas de Caonabo, uno de sus principales caciques.
Tras esto, Caonabo decidió, en unión a otros caciques importantes, principalmente Maireni, extirpar la presencia de intrusos tan peligrosos y uno o dos meses antes de la llegar Colon de regreso, incendio el fuerte dando muerte a los últimos españoles que quedaban en su interior
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