Evocación de Rancho Arriba. Mi lejana memoria; esa, la de los cuatro años de edad y en adelante, atesora momentos, paisajes, olores, gentes y texturas únicos en su esencia y únicos también porque es mi cofre. Los cofres confieren al tesoro que guarda algo que lo impregna y convoca a todos los sentidos. Lo que sacas del cofre es lo que es, y es, cómo lo trató el cofre. Abrir un cofre o un baúl es un ritual. Cartas, bolas, botellas, medallitas, tarjetas, libretas, impresiones, miradas, sonrisas, rictus, apuros, ofensas, alegrías y aciertos se asoman. Miras todo eso y lo remiras y se te va el tiempo porque revives su significado.Cofre o baúl lo mismo da si te llega el momento de abrirlo. Hoy Rancho Arriba de OcoaMe compele, esa es la palabra, a que abra mi cofre. Quiere salir a la luz como yo lo atesoro. Ya saben, diré lo que es y cómo yo lo vi.Hace unas horas me preocupaba porque no tenía nada que decir a una página en blanco provocadora. No sé cómo o mediante que enlace, me llegó Rancho Arriba. ¡Ah sí, ya sé! fue porque leí algo que escribí sobrela Sierrade Gredos en Ávila y me dije, pero si escribí sobre la Sierra de Gredos puedo escribir sobre un poblado nuestro enclavado en las montañas y acunado en mi sentir y en mi pensamiento. Así fue. Este es un lugar dominicano idílico que la magia de mis dedos y mis manos quieren poner en papel. Mi Rancho Arriba será página escrita por mí en más de una entrega.
¿Dónde está Rancho Arriba? En el Sur pero colinda con pueblos que son Cibao. Veamos estos datos; la salida del sol se ve si miras hacia Villa Altagracia (este) por lo que el sol se acuesta en Azua (oeste). Ubicado entre ríos y acunado entre montañas es realmente una mesopotamia entre el río Banilejo y el Nizao. Surcado por arroyos, cañadas y caños, tiene además múltiples lagunas, la más famosa es Ojo de Agua.¡Ah!, vale decir que a los lugares, poblados o sitios se llegaba y se conocían según el paso del río, por ejemplo: El Paso del Candongo. Para llegar de un poblado a otro se hacía “por el paso”. ¿Qué era el paso? Un invento de los lugareños que podía ser un tronco de una orilla a otra para sortear el agua o unos pedregones que el agua en los días de crecida del río enclavó en un lugar. Podía ser que el río se desviaba y quedaba arena y graba que facilitaba llegar a la otra orilla.Si hablamos de agua y Rancho Arriba, se nos ocurre mencionar las regolas para el sembradío porque fue otra grata impresión de infancia de un pueblo de aguas, sembradíos y montes.¡Qué gusto fue bañarse en la regola con los légamos y los berros!De niña atisbaba el horizonte de ese poblado entre montañas y pensaba ¿qué hay detrás? Un horizonte más chico lo delimitaban los cerros y las “cuchillas.” Mirar hacia las cuchillas de los potreros, donde pastaban las vacas y los caballos. estuvo lleno de fantasías; que si en el potrero había gente; que si algo se movió, que si cayó un rayo.Fantasía de niños fue también la oscuridad propia de un lugar sin electricidad, ahí inventábamos cucos y aparecidos para tener de que hablar antes de ir a la cama. No sólo cuentos decíamos y escuchábamos, también embustes de parientes y peones: no teníamos radio y mucho menos televisión. Nunca vimos un periódico; leíamos los anuncios del jabón de lavar y el de baño, lo mismo que las etiquetas de las botellas de ron; la marca de bicicletas y de la brillantina de peinarse.Jugar, ese eterno disfrute de niños. Cualquier cosa era un juguete querido: una piedra. una berenjena, una tallota. En mi caso disfruté peinar la raíz de una planta sembrada para pasto que le llamábamos rabo de zorra. Esa era una niña con los moños malo. Jugué con la arcilla. ¡Cuanto disfruté sacar arcilla de los barrancos donde anida el barrancolí! ¿Por qué esa arcilla? porque al ponerla en agua hervía y entonces ese era el arroz de juego. Jugué con la arcilla húmeda, el barro, hacíamos todo tipo de figuras. Jugar, jugar en los patios encementados para secar, arroz o café, incluía de vez en cuando, burlar la vigilancia y caminar encima del café, el maíz o las habichuelas extendidos en los patios para que el sol les diera el último toque.En un horizonte más angosto aún, atisbaba la vida desde el solar de la abuela por los cuatro puntos cardinales: el camino que llevaba al río; el camino a la casita de mi mamá; el camino al centro del poblado y el caminito a la casa que ocupaba mi tía Fabiola y el tío Luvesquí (sería Loweski).Siempre me pregunté de dónde sacaron el nombre. La vida discurría por esos cuatro caminitos. En el solar de la abuela había todo cuanto necesitábamos para estar felices y en paz.El callejón de la recua, vivo en mi memoria, se llenaba de voces, mandatos y nombres de mulos, pues en un lugar a donde no habían entrado máquinas, como se decía a todo vehículo de motor, las recuas de mulos y los recueros eran los que daban la hora. Las noticias, los encargos, los documentos importantes viajaron con los recueros. Ese callejón de los recueros o de la recua delimitaba un vecindario done vivía la comadrona y donde años más tarde estuvo la escuela que era mudada de vez en cuando.Días y horas transcurrían en movimientos de niños hasta agotar a los adultos que con sonidos guturales como discurso nos llamaban a capitulo. Una tía muy especial tejía y lo hacía como diversión y a velocidad, nos gustaba estar con ella; también hacía muñecas de trapo y ¡qué bien las hacía! pero eso no era todo con ella; nadaba muy bien y nos llevaba al río. Caminábamos por trillos y senderos que conocía como la palma de su mano. Eran un paseos que recalaban en montes y fincas para el maroteo. Hoy yo digo ella: era montaraz.
María Hortensia dela Cruz, m.a
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María Hortensia de la Cruz 3 de Enero 2012
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