En la cima más alta de las Antillas elpico Duarte.

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No a la mega minería y el uso del cianuro, fuera la Barrick Gold del país.

domingo, 31 de enero de 2010

Memoria de un África vital

Memoria de un África vital

El escritor sueco Henning Mankell ha acercado la mirada de occidente hacia África. Su vida compartida entre la gélida Suecia y la canícula mozambiqueña lo hacen testigo y protagonista de la vida en ese continente, marcado por el VIH y la pobreza, donde, según opina, “la gente tiende a reir más”.

Leonardo Bastida Aguilar y Fernando Mino
Traducción Carla Tirado Morttiz

La escritura es un arma contra el olvido. En este caso no utilizado para saciar la fanfarronería de la posteridad, sino para darle salida a un genuino instinto vital, ánimo de dejar un recuerdo cuando se sabe que los días están contados. Millones de personas en África ven cercado su porvenir a causa del VIH, una infección más económica que viral, y la memoria es a lo único que pueden aspirar. Por eso hay personas que escriben unos libritos donde dejan a sus hijos —siempre pequeños, huérfanos casi antes de nacer— sus testimonios, sus huellas de vida.

ºEl dramaturgo y escritor Henning Mankell se topó, en una visita a Uganda, con una niña que abrazaba uno de estos libros; acababa de perder a su madre y ese era su único legado: las páginas dibujadas con mariposas azules y otros signos ininteligibles para la niña analfabeta. Esa historia le dio impulso para escribir sobre la tragedia del sida en África. Su ensayo Moriré, pero mi memoria sobrevivirá (publicado en español por Tusquets en 2008), un lúcido recorrido por la vitalidad africana que se levanta por encima de la muerte, es motivo para esta charla, vía correo electrónico, con Letra S.

En diferentes ocasiones usted ha mencionado que Europa
ve a África como un lugar fatal. ¿Cómo es la África en la que vive Henning Mankell?
Veo pobreza, injusticia y enfermedades día con día que afectan todo y a todos. Pero también veo felicidad, risa y creatividad. La pobreza no es sólo mala, también hace que uses tu imaginación, pero es frustrante ver esta injusticia no sólo comparada con Suecia. En Maputo, la capital de Mozambique, uno de los países más pobres del mundo, hay una gran cantidad de coches lujosos en las calles. En todo el mundo, aun cuando la pobreza se encuentra tan sólo a la vuelta de la esquina, los ricos pueden ser ricos solo porque los pobres son pobres.
¿Cuáles son las diferencias entre África y Europa
en cuanto a maneras de ver la vida y el mundo?
La primera vez que me bajé del avión en África tenía una extraña sensación de haber llegado a casa. No sé por qué, quizá porque había leído y fantaseado mucho sobre África de niño. Se me hacía el lugar más exótico que podía concebir, y escribía historias sobre mis viajes imaginarios a ese lugar.

El hecho de alternar entre Suecia y África me ha concedido distancia y perspectiva. Es como tener dos torres de vigilancia y creo que puedo ver más desde dos torres que si viviera únicamente en un lugar. Eso me encanta y creo que me ha hecho un mejor escritor, al menos eso es lo que deseo.
Pero no es sólo el hecho de tener dos torres de vigilancia, también influye la manera en la que las personas, independientemente del tiempo y el espacio, están siempre marcadas por su ambiente. Mi trabajo con el Teatro Avenida ha sido uno de los retos más importantes en mi vida, y trabajar con personas de culturas diferentes me ha permitido entender que hay más cosas que nos unen que las que nos separan. Y aquí la gente tiende a reír más. Veo mucha más felicidad y escucho más risas espontáneas en las calles de Maputo que en las de Estocolmo. La risa es algo que tenemos y no cuesta nada. Un medio de sobrevivencia al que cualquiera tiene acceso.

Me pregunto si acaso teníamos esa risa antes de que la riqueza y los créditos nos cubrieran como una sombría capa inerte.
Fuera de África vemos la situación del VIH como una emergencia preocupante,
pero aún lejana. ¿Cómo se aprende a vivir tan cerca del VIH?
No se aprende a vivir cerca del VIH y jamás logras acostumbrarte. Es una catástrofe. La única manera es ayudando de cualquier manera en la que se pueda.
¿Existe un choque entre la idea occidental y la idea africana del VIH?
¿Cómo reducir la brecha entre una y otra sin incurrir en la imposición colonialista?
Yo tengo una posición bastante crítica hacia la apatía de Occidente en cuanto a resolver el asunto del VIH/sida. Un europeo con VIH tiene la posibilidad de llevar una vida relativamente normal y larga. En África la gente simplemente se muere. No puedo concebir una imagen más cínica de la injusticia. África me ha enseñado que la peor cosa en el mundo es el hecho de que existe mucho sufrimiento que es completamente innecesario. Podríamos detenerlo el día de mañana.

Enseñar a cada niño a leer y a escribir nos costaría la misma cantidad de dinero que la que gastamos en alimento para mascotas en Occidente. No digo que deberíamos dejar de alimentar a nuestras mascotas, simplemente utilizo esto como parábola para evidenciar qué tan pequeña es la cantidad de dinero que se requiere realmente. Eso no es el problema. El problema es que la voluntad de resolver esto es, desafortunadamente, demasiado débil.

El analfabetismo se relaciona directamente con la pobreza. Si se reflexiona en el hecho de que muchos de los jóvenes sin la posibilidad de leer tendrán dificultad para absorber información, podemos imaginar lo que esto significa para el tema del VIH. No es cuestión de sacrificio, sino de solidaridad y equidad. Para mí es un privilegio poder ayudar.
Su trabajo en el Teatro Nacional Avenida de Maputo le permite
acercarse a la gente. ¿Cómo se ha recibido este proyecto?

Es difícil dirigir un teatro en uno de los países más pobres del mundo, sin embargo el grupo Mutumbela Gogo es reconocido. Han estado de gira alrededor del mundo y ahora la gente viene desde Sudáfrica para verlos. Es importante enfocarse, al igual que demostrarle al mundo, que también existe una África viviente y no sólo una que está muriendo.


Un best seller militante
La pasión de Henning Mankell (Estocolmo, 1948) es el teatro, como lo demuestra en su papel de líder artístico del Teatro Avenida, el más importante de Maputo, un pequeño foro que programa obras de autores clásicos y contemporáneos montadas por el grupo de teatro Mutumbela Gogo, el primero en formarse tras la independencia de Mozambique, en 1975. Por esta labor pasa la mitad del año en Mozambique, por eso es tan cercano a África y a su modo de vida, ajeno al revuelo literario y comercial que
él mismo provoca en Europa.

Comprometido con los movimientos a favor de crear un sociedad justa, la fama le llegó con la publicación, a principios de los noventa, de Asesinos sin rostro, una novela negra que se prolongó en una saga de nueve títulos protagonizados por el investigador en decadencia Kurt Wallander, traducidos a 40 idiomas y con más de 20 millones de ejemplares vendidos, motor de ingresos importantes para el escritor que invierte en proyectos sociales en África, algunos relacionados con una de sus obsesiones, abatir el analfabetismo, tarea titánica: 75 por ciento de los habitantes de Maputo no saben leer ni escribir.

África ha sido escenario de varias de sus obras literarias como Comedia Infantil, El cerebro de Kennedy, El secreto del fuego, La ira del fuego, el ensayo Moriré pero mi memoria sobrevivirá y su más reciente novela El hijo del viento, en las cuales muestra la realidad que marca la vida de las personas en este continente y las problemáticas que les aquejan. En homenaje a este trabajo literario, fuente de acercamiento a esta región del mundo, Mankell fue galardonado, en abril de este año, con el Premio de la Paz Erich Maria Remarque, que otorga la ciudad alemana de Osnabrück.

Tomado de laJornada

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