De Mata Grande al Pico Duarte.
Una de las rutas más hermosa es la que va de Mata Grande, Pico Duarte, Compartición, la Cienaga, ubicada en el
parque nacional Armando Bermúdez, es sin temor a equivocarme el que tiene la vegetación
más exuberante y los paisajes más espectaculares y en donde usted puede
encontrar naranjas y limones dulces entre otras frutas, para entretener el
hambre y la sed.
Se sale de Mata Grande, en donde se puede amanecer el primer día o seguir hasta
Loma de Oro que son aproximadamente seis kilómetros, en donde se puede pasar la
noche para reducir distancia hasta la Guacara. Antes de llegar a Loma de Oro se pasa
por la caseta de Medio Ambiente en donde se hace una parada obligatoria, allí
los guardias forestales revisan que el permiso de entrada al parque este en
orden. De Loma de Oro hasta la
Guacara hay alrededor de catorce kilómetros de hermosos
paisajes, que por momentos hacen que uno olvide el cansancio y dejan en el
caminante la sensación de que están en el paraíso, esta ruta y la de la Ciénaga son las más
frecuentadas.
De la Guacara
al Valle del Bao hay doce kilómetros hasta llegar a los 1800 metros sobre el
nivel del mar. En la medida que te adentra entre las montañas el paisaje te va
absorbiendo hasta hacerte olvidar lo largo y agotador del camino, de repente
ante ti se descorre la cortina vegetal de árboles, cortezas y hojas para dar
paso a un deslumbrante valle de pajones, es el Valle del Bao, bordeado en uno
de sus extremos por un río del mismo nombre, en este refugio algunos
excursionistas se quedan más de un día para disfrutar de las aguas refrescantes
del río, y de lo espectaculares amaneceres en el valle del Bao.
Del Bao hay diez agotadores kilómetros de una subida interminable hasta la cima
de la pelona, desde donde, sólo quedan tres kilómetros hasta la cúspide del
Pico Duarte, en los últimos años los incendios han mermado un poco la belleza
de esta última etapa del trayecto, subir la loma del coñaso, pasar por el
conuco del diablo, que es una parte de la pelona poblada de piedras calcinadas
y árboles retorcidos que dan al lugar un aire misterioso, tomar un poco de
aliento en la caseta del Valle De Lilís, para entonces avanzar entre la neblina
de la tarde hasta coronar el sueño de llegar a la meta, alcanzar la cima que a
muchos a costado sudor, cansancio, dolor, sacrificios y porque no, algunas
lágrimas secretas, se que es así, porque en más de una ocasión en las noche he
escuchado a alguien sollozar en secreto.
Ya en la cima, tocar las nubes con nuestros sueños, sentirnos más cerca de
Dios, mirar la pelona imponente, los abrazos, el jubilo la emoción de los que
por primera vez conquistan la cima del pico Duarte y sobre todo las
acostumbradas fotos y después el regreso, algunos se devuelven hacia Mata
Grande pero yo prefiero continuar y dormir en Comparición y al otro día
continuar hasta la Ciénaga.
En la Compartición confluyen muchos excursionistas que vienen
desde diferentes puntos, unos que van y otros que ya vienen de regreso, en el
lugar de la fogata, en las noches, se comparte con muchas personas a las cuales
posiblemente no volveremos a ver nunca más, ya al otro día después de una fría
noche, hay que levantarse bien temprano para emprender el regreso, hacer el
desayuno, levantar el campamento y ya a las seis empezar a subir la Vela, que es todo un
espectáculo: contra la penumbra del amanecer los caminantes con sus focos en
sus manos se alargan en una larga procesión de luz hasta la salida del sol.
La Vela es el último gran esfuerzo, luego el camino se alarga en una sola
bajada hasta la Ciénaga.
De camino, en Agüita Fría se hace una parada para llenar los
envases con agua fresca, es en este lugar en donde nace el río Yaque del Sur y
donde se registran muy bajas temperaturas, después de tomar agua y comer algo,
se continua bajando hasta el cruce, es aquí en donde el camino tuerce hacia le
Valle del Tetero.
Del cruce uno se programa para llegar hasta los Tablones de un sólo jalón,
realmente no es así porque el cansancio de la larga jornada nos impone más de
un descanso, aunque algunos caminantes, lo más fuertes, llegan de la Compartición trotando
hasta la Ciénaga.
Últimamente el camino del cruce hasta más allá de los Tablones está
intransitable por el lodo, producto de las lluvias, el paso de las personas y
los animales, es por eso que al llegar a los Tablones se hace necesario un buen
baño para quitarse el lodo acumulado durante el trayecto.
Ya en los tablones, algunos se dan un merecido baño, un descanso sí es necesario
para todos, para después comenzar a descender con más calma y empezar a mirar
hacia atrás con cierta nostalgia, ya este es el último trayecto: de una tupida
vegetación y árboles frondosos que se entrecruzan, formando sobre nuestras
cabezas un arco vegetal, en este ultimo tramo del camino siempre encontramos
niños de harapos vendiendo frutas de lástima con la esperanza de conseguir
algunas monedas para engañar el hambre de toda la vida, algunos no venden nada,
arrinconados junto al camino, extienden sus manitas tiernas, y dicen a los
caminantes, “denme algo” sus miradas tristes, sus cuerpecitos endebles y
desnutridos, desde la primera vez que los vi los llevo clavados en mis
recuerdos.
Ya en la Ciénaga,
cruzamos el puente de árboles caídos, pasamos frente a la caseta de medio
ambiente y continuamos hasta el centro del pueblo en donde acomodamos el
equipaje mientras llega el transporte que nos llevará de regreso a la capital.
Algunos mientras llega la guagua, se toman una cerveza, algún refresco, comen
algo o van al río disfrutar de un buen baño, sólo es cuestión de tiempo para
volver a la prisa y la locura de la ciudad, pasarán algunas noches después del
viaje en que la mente mientras dormimos irá recreando en el inconciente todas
las vicisitudes del viaje.
Este relato, lo dedico a Vitico y a Ramón guías de Mata Grande y Pedrito de la
Ciénaga
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