En la cima más alta de las Antillas elpico Duarte.

En la cima más alta de las Antillas elpico Duarte.
No a la mega minería y el uso del cianuro, fuera la Barrick Gold del país.

lunes, 9 de enero de 2012

URGENCIAS CLIMÁTICAS.

Urgencias climáticas

Por: Ignacio Ramonet


La grave crisis financiera y el horror económico que padecen las
sociedades europeas están haciendo olvidar que -como lo recordó, en
diciembre pasado, la Cumbre del clima de Durban, en Sudáfrica- el cambio
climático y la destrucción de la biodiversidad siguen siendo los
principales peligros que amenazan a la humanidad. Si no modificamos
rápidamente el modelo de producción dominante, impuesto por la
globalización económica, alcanzaremos el punto de no retorno a partir
del cual la vida humana en el planeta dejará poco a poco de ser soportable.

Hace unas semanas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) anunció
el nacimiento del ser humano número siete mil millones, una niña
filipina llamada Dánica. En poco más de cincuenta años, el número de
habitantes de la Tierra se ha multiplicado por 3,5. Y la mayoría de
ellos vive ahora en ciudades. Por primera vez los campesinos son menos
numerosos que los urbanos. Entre tanto, los recursos del planeta no
aumentan. Y surge una nueva preocupación geopolítica: ¿qué pasará cuando
se agrave la penuria de algunos recursos naturales? Estamos descubriendo
con estupefacción que nuestro “ancho mundo” es finito…

En el curso de la última década, gracias al crecimiento experimentado
por varios países emergentes, el número de personas salidas de la
pobreza e incorporadas al consumo sobrepasa los ciento cincuenta
millones…(1) ¿Cómo no alegrarse de ello? No hay causa más justa en el
mundo que el combate contra la pobreza. Pero esto conlleva una gran
responsabilidad para todos. Porque esa perspectiva no es compatible con
el modelo consumista dominante.

Es obvio que nuestro planeta no dispone de recursos naturales ni
energéticos suficientes para que toda la población mundial los use sin
freno. Para que siete mil millones de personas consuman tanto como un
europeo medio se necesitarían los recursos de dos planetas Tierra. Y
para que consumieran como un estadounidense medio, los de tres planetas.

Desde el principio del siglo XX, por ejemplo, la población mundial se ha
multiplicado por cuatro. En ese mismo lapso de tiempo, el consumo de
carbón lo ha hecho por seis… El de cobre por veinticinco… De 1950 hasta
hoy, el consumo de metales en general se ha multiplicado por siete… El
de plásticos por dieciocho… El de aluminio por veinte… La ONU lleva
tiempo avisándonos de que estamos gastando “más del 30% de la capacidad
de reposición” de la biosfera terrestre. Moraleja: debemos ir pensando
en adoptar y generalizar estilos de vida mucho más frugales y menos
derrochadores.

Este consejo parece de sentido común pero es evidente que no se aplica a
los mil millones de hambrientos crónicos en el mundo, ni a las tres mil
millones de personas que viven en la pobreza. La bomba de la miseria
amenaza a la humanidad. La enorme brecha que separa a los ricos de los
pobres sigue siendo, a pesar de los progresos recientes, una de las
características principales del mundo actual (2).

Esto no es una afirmación abstracta. Tiene traducciones muy concretas.
Por ejemplo, en el tiempo de lectura de este artículo (diez minutos), 10
mujeres en el mundo van a fallecer durante el parto; y 210 niños de
menos de cinco años van a morir de dolencias fácilmente curables (de
ellos, 100 por haber bebido agua de mala calidad). Estas personas no
fallecen por enfermedad. Mueren por ser pobres. La pobreza las mata.
Mientras tanto, la ayuda de los Estados ricos a los países en desarrollo
ha disminuido, en los últimos quince años, un 25%… Y en el mundo se
siguen gastando unos 500.000 millones de euros al año en armamento…

Si en las próximas décadas tuviésemos que aumentar en un 70% la
producción de alimentos para responder a la legítima demanda de una
población más numerosa, el impacto ecológico sería demoledor. Además,
ese crecimiento ni siquiera sería sostenible porque supondría mayor
degradación de los suelos, mayor desertificación, mayor escasez de agua
dulce, mayor destrucción de la biodiversidad… Sin hablar de la
producción de gases de efecto invernadero y sus graves consecuencias
para el cambio climático.

A este respecto, conviene recordar que unos 1.500 millones de seres
humanos siguen usando energía fósil contaminante procedente de la
combustión de leña, carbón, gas o petróleo, principalmente en África,
China y la India. Apenas el 13% de la energía producida en el mundo es
renovable y limpia (hidráulica, eólica, solar, etc.). El resto es de
origen nuclear y sobre todo fósil, la más nefasta para el medio ambiente.

En este contexto, preocupa que los grandes países emergentes adopten
métodos de desarrollo depredadores, industrialistas y extractivistas,
imitando lo peor que hicieron y siguen haciendo los actuales Estados
desarrollados. Todo lo cual está produciendo una gravísima erosión de la
biodiversidad.

¿Qué es la biodiversidad? La totalidad de todas las variedades de todo
lo viviente. Estamos constatando una extinción masiva de especies
vegetales y animales. Una de las más brutales y rápidas que la Tierra
haya conocido. Cada año, desaparecen entre 17.000 y 100.000 especies
vivas. Un estudio reciente ha revelado que el 30% de las especies
marinas está a punto de extinguirse a causa de la sobrepesca y del
cambio climático. Asimismo, una de cada ocho especies de plantas se
halla amenazada. Una quinta parte de todas las especies vivas podría
desaparecer de aquí a 2050.

Cuando se extingue una especie se modifica la cadena de lo viviente y se
cambia el curso de la historia natural. Lo cual constituye un atentado
contra la libertad de la naturaleza. Defender la biodiversidad es, por
consiguiente, defender la solidaridad objetiva entre todos los seres vivos.

El ser humano y su modelo depredador de producción son las principales
causas de esta destrucción de la biodiversidad. En las últimas tres
décadas, los excesos de la globalización neoliberal han acelerado el
fenómeno.

La globalización ha favorecido el surgimiento de un mundo dominado por
el horror económico, en el que los mercados financieros y las grandes
corporaciones privadas han restablecido la ley de la jungla, la ley del
más fuerte. Un mundo en el que la búsqueda de beneficios lo justifica
todo. Cualquiera que sea el coste para los seres humanos o para el medio
ambiente. A este respecto, la globalización favorece el saqueo del
planeta. Muchas grandes empresas toman por asalto la naturaleza con
medios de destrucción desmesurados. Y obtienen enormes ganancias
contaminando, de modo totalmente irresponsable, el agua, el aire, los
bosques, los ríos, el subsuelo, los océanos… Que son bienes comunes de
la humanidad.

¿Cómo ponerle freno a este saqueo de la Tierra? Las soluciones existen.
He aquí cuatro decisiones urgentes que se podrían tomar:

- cambiar de modelo inspirándose en la “economía solidaria”. Ésta crea
cohesión social porque los beneficios no van sólo a unos cuantos sino a
todos. Es una economía que produce riqueza sin destruir el planeta, sin
explotar a los trabajadores, sin discriminar a las mujeres, sin ignorar
las leyes sociales;

- ponerle freno a la globalización mediante un retorno a la
reglamentación que corrija la concepción perversa y nociva del libre
comercio. Hay que atreverse a restablecer una dosis de proteccionismo
selectivo (ecológico y social) para avanzar hacia la desglobalización;

- frenar el delirio de la especulación financiera que está imponiendo
sacrificios inaceptables a sociedades enteras, como lo vemos hoy en
Europa donde los mercados han tomado el poder. Es más urgente que nunca
imponer una tasa sobre las transacciones financieras para acabar con los
excesos de la especulación bursátil;

- si queremos salvar el planeta, evitar el cambio climático y defender a
la humanidad, es urgente salir de la lógica del crecimiento permanente
que es inviable, y adoptar por fin la vía de un decrecimiento razonable.

Con estas simples cuatro medidas, una luz de esperanza aparecería por
fin en el horizonte, y las sociedades empezarían a recobrar confianza en
el progreso. Pero ¿quién tendrá la voluntad política de imponerlas?

NOTAS:

(1) Sólo en América Latina, como consecuencia de las políticas de
inclusión social implementadas por gobiernos progresistas en Argentina,
Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Venezuela y Uruguay,
cerca de ochenta millones de personas salieron de la pobreza.

(2) En el mundo, unos 100 millones de niños (sobre todo niñas) no están
escolarizados; 650 millones de personas no disponen de agua potable; 850
millones son analfabetas; más de 2 000 millones no disponen de
alcantarillas, ni de retretes…; unos 3 000 millones viven (o sea se
alimentan, se alojan, se visten, se transportan, se cuidan, etc.) con
menos de dos euros diarios.

(Tomado de Le Monde Diplotamatique)

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